miércoles, 28 de febrero de 2018

Los taqueos dinosaurianos de Dino B.C.

Dino B.C. afirma que no es un artista, sino que más bien se considera un humilde "taqueador", es decir, alguien que hace taqueos, que firma en paredes públicas de forma rápida con su abreviatura o apodo. Dentro del arte urbano, los taqueos son con frecuencia denostados debido a su falta de calidad por su celeridad o a la reducción de peligrosidad frente a lo laborioso de un mural o un graffiti. Sin embargo, tras ver su instagram, podemos decir que la obra de Dino B.C. se sitúa a medio camino entre el taqueo y el graffiti, ya que está mucho más elaborado que el primero, pero denota un estilo rápido y poco complejo que lo aleja de un mural más trabajado. Su firma es la cabeza de un dinosaurio que va cambiando según la época del año o el día de realización, adaptándose al calendario o las efemérides. De esta forma, a lo largo y ancho del estado de California podemos encontrar homenajes a David Bowie, felicitaciones navideñas o referencias al Día de los Muertos mexicano. A continuación dejamos una muestra:








Me lo chivó Javi Godoy. ¡Gracias!

martes, 27 de febrero de 2018

Futanari Dino Riders of the Apocalypse (Bryce Calderwood)

Pues como hace ya algún tiempo que no dedicamos un rato a la literatura de género dinoerótico, vamos a ver lo que nos propone el autor norteamericano Bryce Calderwood. Según Amazon, Calderwood vive en Carolina del Norte y escribe historias eróticas desde el año 2015, combinando elementos paranormales o fantásticos con términos sexuales como el BDSM o el futanari, intentando explorar los límites entre el sexo y la violencia, entre el placer y el dolor, y entre lo humano y lo monstruoso. El BDSM se refiere al conjunto de fantasías y prácticas eróticas relacionadas con el bondage y disciplina; dominación y sumisión; y sadismo y masoquismo. En el caso de futanari, se trata de un término compuesto de origen japonés que combina dos palabras: Futatsu, que significa segundo o dos y Nari que puede ser traducida como forma o convertir. Por tanto, la palabra futanari podría interpretarse, como “dos formas” o “doble forma”. En castellano, la palabra que mejor define este concepto sería hermafrodita. El futanari es un tema recurrente en el género hentai (manga pornográfico) y se emplea para referirse a un subgénero en el cual los personajes femeninos poseen ambos órganos reproductivos.

Sin embargo, en la literatura dinoerótica parece que esta temática nos estaba muy extendida y Calderwood es pionero al incorporarla su saga "Futanari Dino Riders of the Apocalypse". Se trata de una serie de tres novelas ambientadas en el año 2135 en lo que queda de Brooklyn, donde la vida es dura tras el apocalipsis, en especial para los jinetes de dinosaurios futanari que cabalgan por un paisaje similar al del Lejano Oeste americano. La historia está protagonizada por Xenia, uno de estos jinetes futanari, que a lomos de su tiranosaurio salvará a Mags, también futanari, de una banda de ladrones locales. Y claro, se supone que Mags se lo agradecerá practicando sexo de mil maneras distintas. Si queréis saber más, echad un vistazo aquí, donde hacen un análisis exhaustivo de la saga.

No sabemos muy bien qué importancia tienen los dinosaurios en la trama y si solo quedan como meras monturas, pero la saga de Calderwood es un nuevo ejemplo de que la literatura dinoerótica se abre paso explorando nuevas temáticas y subgéneros que a primera vista parecen minoritarios, pero que encuentran su público dentro de los lectores especializados. Aquí no paramos de flipar...

lunes, 26 de febrero de 2018

Pata Lenta (Charlie Charmer)

Soy una asesina. Pero no una cualquiera, no. Soy una asesina en serie. Una genocida, me atrevería a decir. Ya, la modestia no es una de mis virtudes. Pero sí creo poseer una visión realista de las cosas que me permite apreciar los acontecimientos con objetividad por encima de las trabas que suele poner el orgullo. No es un gran mérito, pues en realidad no me siento orgullosa de lo que hago. Es mera cuestión de supervivencia.

Mi nombre es Țânţar, aunque muchos me llaman “Inútil”. Tal vez piensen que, como lo hacen en griego, no ofenden. Pero lo hacen doblemente, porque también me toman por ignorante. Aún así, insisto, no mato por venganza o resentimiento. Lo hago por mis hijos. Su padre me abandonó en cuanto me dejó embarazada y no me quedó otro remedio que buscar víctimas desprevenidas a las que parasitar.

Me resulta facilísimo dar con ellas. Puedo olerlas a kilómetros. Les saco la sangre hasta saciarme por completo. Cuando ya no me sirven, me marcho a por la siguiente. La mayoría no pueden superarlo. Languidecen, enferman y mueren sin remedio. No es porque les vampirice, no vayan a creer, siempre les dejo lo suficiente para sobrevivir. Es más, algunos casi ni lo notan más que por el sinsabor que les deja saber que les he convertido en mis presas. Claro que, cuando pasan unos días, empiezan a darse cuenta del legado letal que les he dejado. Es que estoy infectada. Si fuera posible, les diría “Dame todo lo que quiero y me largaré sin que te des cuenta”. Pero ya les he dicho que soy realista. El contacto es inevitable.

Sin embargo, con Vlad no fui capaz. Puede que fuera porque estaba completamente solo, tal vez por la tierna melancolía que desprendía su mirada… o quizá fue, simplemente, porque a él también le denigraban con un mote despectivo en lengua clásica, “pata lenta” (“bradycneme” [1]).

La mansión del viejo Vladimir era conocida en Transilvania (que significa “más allá del bosque”) como el castillo de Vlad, el solitario. No era un apodo gratuito. Aunque el pueblo estaba a pocos kilómetros (junto al bosque), llevaba años sin relacionarse con otro saurio. Tantos que, cuando una pulga eligió sus plumas para anidar, en lugar de intentar arrancársela de un mordisco, le permitió que le desangrara para tener quien le diera conversación. La pobre murió pocos días después de una indigestión.

Todos decían que Vlad era un ser hosco y huraño. En realidad, se trataba de un saurio sensible y afable, pero estaba aquejado de una severa fotofobia que le mantenía recluido contra su voluntad entre los muros de su hogar. Por si fuera poco, el reúma le vedaba el camino hasta el pueblo incluso cuando se iba el sol, ya que la única senda accesible avanzaba vadeando entre ciénagas y marjales, tan comunes en la Isla de Haţeg.

Antes de que mis métodos alcanzaran suficiente notoriedad en el pueblo como para tener que plantearme buscar otro territorio de caza, oí a un importante saurio –creo que era miembro del concejo-, hablar sobre Vlad, el solitario. Por algún motivo que desconozco, aunque intuyo que se trataba de simple desconocimiento y superchería, le percibían como una amenaza. Es cierto que no aportaba nada al pueblo, pues se autoabastecía con las hortalizas que cultivaba en el invernadero y una pequeña granja de anélidos aneja le proveía de carne. Pero tampoco se inmiscuía en sus asuntos ni se quejaba cuando algún cazador intrépido se aventuraba más allá de los pantanos y cobraba sus piezas en las inmediaciones de su propiedad.

El caso es que habían solicitado la ayuda de Vasile, el heptasteornis [2], señor de los siete castillos, para que les librara de él. A cambio, le habían prometido una importante suma y ciertos privilegios. Pero lo que a Vasile realmente le interesaba era la mansión de Vlad, puesto que había tenido que vender uno de sus palacios para pagar unas deudas de juego y no estaba dispuesto a renunciar a su título. El concejo no puso objeciones y el ahora señor de los seis castillos envió a sus saurios bajo el mando de su lugarteniente Dragomir, el temible balaur [3], para que liquidara la cuestión con presteza.

Antes he dicho que no soy presuntuosa, pero todos tenemos nuestro corazoncito. Si una es una asesina temida y respetada allá donde va, no sienta muy bien que venga cualquier mindundi y pretenda arrebatarle la fama así como así. Así que decidí anticiparme a Drago y cobrarme su presa. Podían quedarse el castillo, si así lo deseaban, pero cuando llegaran encontrarían al maniraptor fiambre y tendrían que rendirse ante la evidencia de que había alguien más sanguinario que ellos en Transilvania. Ya digo que era cuestión de principios.

Aquella casita en medio de la nada tenía un encanto que me atrajo inmediatamente. El musgo se había adueñado de sus muros cubriendo hasta la base de las gárgolas que decoraban los vierteaguas, cuyos gestos de terror cobraban de este modo un nuevo y fascinante significado. No había una planta, una cortina con encajes o cualquier otro detalle que hiciera pensar que pudiera estar habitada. El óxido de las rejas de las ventanas les daba un aspecto quebradizo y el orín cubría también el llamador y los remaches de la puerta claveteada de la entrada. Todo en ella era sombrío e invitaba a la depresión. Me resultó irresistible.

Encontré a Vlad en el invernadero, paseando cabizbajo y meditabundo entre los magnolios. El techo estaba completamente cubierto por una gruesa lona que corría al entrar y salir con un ingenioso sistema de correas conectado a la puerta, y la mortecina luz que había en el interior emanaba de unos enormes cirios colocados sobre candelabros de pie situados en los cuatro puntos cardinales, de donde deduje que Vlad el solitario había hecho nuevos amigos tras la defunción de aquella pulga tan glotona.

Confieso que siento cierta admiración –tal vez sea simple envidia- por las abejas. Recién llegadas al mundo de los insectos y ya han conseguido una organización social tan compleja que hace parecer al resto –salvo, tal vez, a las termitas y las hormigas- brutos atávicos. Y no solo eso, su influencia sobre el medio ha cambiado las reglas del juego. Las angiospermas llevan un tiempo entre nosotros, pero su expansión ha sido imparable desde que los antófilos –significa “que aman a las flores”, como también se las conoce- se fijaron en su polen y los bosques se cubren ahora masivamente de ellos, hasta el punto de que muchos saurópodos están viendo peligrar su dieta, incluso aquí, en Haţeg, donde el más grande apenas mide seis metros. De seguir así, incluso veo peligrar mi título de genocida.

- Bună seara –saludé, pues el asesinato no está reñido con la educación.

- ¿Hola? –trató de localizarme, mirando a un lado y a otro.

- Aquí, frente a las lechugas –le ayudé.

- Ah, sí. Ya te veo. Eres un mosquito.

- Una mosquito. Una anofeles, concretamente. Pero no me gusta mucho la etimología. Preferiría que me llamases por mi nombre, Țânțar.

- Entiendo. Incântat, Țânțar. Yo soy Vlad y tampoco me gusta que me llamen “pata lenta”. Además, no es cierto. Me gusta estar en forma. Tengo un pequeño gimnasio en el sótano, ¿sabes?

- Ya lo veo. Tienes buen aspecto.

- Bueno, pues pícame cuando quieras –dijo Vlad, dando por terminadas las presentaciones.

- ¿Cómo? –reconozco que me pilló un poco por sorpresa. Normalmente, mis víctimas no me ven venir y, si lo hacen, desde luego no colaboran.

- ¿Es que no has venido a beberte mi sangre y contagiarme el paludismo?

- Yo… -nunca nadie había sido tan directo conmigo, me costó reaccionar.

- El pueblo está aterrorizado, tus víctimas se cuentan por docenas. Aunque no salgo mucho, ellas me lo cuentan –dijo, señalando a la colmena.

Entonces la vi, colgando entre los árboles. Aparte de la cera, debían proporcionarle miel y jalea suficientes para alimentarle todo el año, aunque la cosecha de verdura se le arruinara y se le murieran todos los gusanos. Curiosamente, las abejas no nos prestaban gran atención. Parecían concentradas hasta tal punto cada una en su labor, yendo y viendo a las flores, criando a las pupas o limpiando y reparando las celdas, que no les importase lo más mínimo lo que sucediera a su alrededor. De pronto, aquellos insectos cubiertos de pelos plumosos me parecieron menos inteligentes. Sólo eran mano de obra sumisa, explotadas por la reina, la auténtica heroína de la especie. Me la imaginé retozando en su harén de zánganos, con tangas de pétalos teñidos de rojo con carmín de cochinilla… A ésa sí me gustaría conocerla –pensé.

- ¿Y vas a aceptar tu suerte así, sin más? ¿Es que no vas a defenderte? –le pregunté.

- Si no eres tú, serán ellos. Sé que viene un ejército hacia aquí para matarme y despojarme de mi castillo –volvió a señalar a la colmena- Al menos, tú solo buscas alimento que te dé energía suficiente para producir tus huevos. Es una cuestión de supervivencia.

No tengo palabras para describir la espontánea simpatía que Vlad despertó en mí. Sentía como si le conociera de toda la vida. Como si fuéramos dos viejos amigos en el ocaso de la existencia compartiendo recuerdos de otros tiempos, cuando a las cosas se las llamaba por su nombre y nadie se preocupaba por elegir términos políticamente correctos.

- Yo… La verdad es que ahora no tengo tan claro que quiera picarte, Vlad. Transilvania está llena de víctimas potenciales. Aún tengo fuerzas para llegar al siguiente pueblo, solo está a cinco o seis kilómetros.

- ¿Has cambiado de opinión solo porque hemos charlado un rato? Tal vez, si lo hicieras con el resto de tus víctimas, en todas podrías encontrar algún motivo para desecharlas…

- Seguramente por eso no lo hago. Pero a ti ya te conozco. No puedo cambiar los hechos

- Pero entonces será ese mercenario de Drago quien acabe conmigo. Cortará mi cabeza y la clavará en una estaca para presumir de su hazaña en el pueblo. Y luego vendrá el miserable de Vasile a sentarse en mi sillón y libará mi jalea real después de profanar todos los panales y pisotear mis magnolias… Tal vez esto último sea inevitable pero, por favor, al menos no permitas que sea un balaur sin seso el que termine con mi vida. Pícame y permite que muera en paz.

- Escucha, Vlad. Me has caído bien, de verdad. Me gustaría acceder a tus deseos, pero no es tan sencillo como crees. Aunque te picara, la enfermedad tiene un periodo de incubación, ¿sabes? Drago podría acabar contigo del mismo modo.

- Sí, tienes razón. No debería tomarlo tan a pecho. Si no fuera él, los del pueblo enviarían a otro. La gente no acepta a quien es diferente. Solo me dejarán en paz cuando esté muerto…

- ¡Claro, eso es!

- Lo que te decía, pícame y acabemos cuanto antes.

- No, no es eso. Se me ha ocurrido una idea. Es algo extravagante pero, si sale bien, tal vez acabemos con este asunto para el resto.

Terminamos los preparativos justo cuando las abejas nos avisaron de que el enemigo había llegado a las inmediaciones de la mansión. Todavía algo desconcertada por el descubrimiento de mi nueva faceta filosauria, me escondí en el cubículo que habíamos dispuesto para ello y traté de descansar un poco, pese al vacío que comenzaba a sentir en el abdomen. Pronto tendría ocasión de reponer energías.

Cuando el balaur tomó el llamador de la puerta, se dio cuenta de que ésta estaba entreabierta. Al empujarla, chirrió sobre sus goznes oxidados como un azdárquido en celo, y algunos de los celurosaurios que acompañaban a Dragomir se estremecieron y dudaron a la hora de traspasar el umbral.

- ¿Qué sucede?

- No sé, Drago. Hay algo en esta mansión que no me gusta… -dijo Iancu, el elopteryx [4], al que el realismo atormentado de las gárgolas había causado cierta aprensión.

- Nu spune lucruri stupide, ¡vamos, no hemos venido hasta aquí para darnos la vuelta por una curva puerta que hace un poco de ruido!

Los invasores buscaron a Vlad de un modo bastante torpe, sin resultados, hasta que a Mihail, un siniestro troodóntido tuerto que llevaba un parche en el ojo, dio con el rastro que le habíamos dejado y regresó junto a su jefe a contárselo.

- Lo encontré, Drago. Está abajo, en una cripta que hay en el sótano.

Insistiendo en mi total ausencia de falsa modestia, reconozco que el resultado de nuestro trabajo era espectacular. Habíamos retirado el plinto y la bicicleta estática de Vlad y habíamos arrastrado el sarcófago centenario que albergaba los restos de su tatarabuelo, al que reubicamos provisionalmente en un hoyo en el patio. Vlad se tumbó dentro del ataúd y cubrimos su cuerpo de gusanos. Después, le adherimos las plumas al cuerpo con cera y tiznamos sus párparos con hollín para darle un aspecto más demacrado y mórbido.

- ¡Qué peste! Cierra eso, anda –la reciente presencia del tatarabuelo aún era notoria- Bueno, pues ya no hay más que hacer aquí –sentenció el balaur.

- ¡Drago! Tienes que ver esto –requirió su atención Iancu desde el piso superior.

Cuando los invasores subieron, el elopteryx les condujo hasta el comedor, donde habíamos dejado dispuesto un banquete digno de un rey. Rollitos de miriápodos envueltos en helechos, panachés de verdura, larvas salteadas regadas con miel, revuelto de hongos de temporada… y por supuesto, vino y licores en abundancia. Vlad se mostró algo reacio a vaciar su despensa al principio, pero cuando le expliqué los detalles comprendió que era la mejor opción.

Cualquiera con dos centímetros de frente se habría mostrado escéptico ante aquella cálida acogida, pero los asaltantes no eran más que mercenarios cansados por la excursión y hambrientos como arcovenatores tras una semana de dieta. El más susceptible, el propio Iancu, había sucumbido al poco de hacer el descubrimiento, deslumbrado por la prodigalidad de los manjares, y ya tenía preparada una explicación, aunque nadie se la había pedido ni tenía el mínimo interés en conocer.

- Seguro que la palmó antes de poder avisar a sus comensales de que les había preparado este banquete –lo que era a todas luces insostenible, dado el avanzado estado de descomposición que habíamos simulado en el supuesto cadáver de Vlad.

- Pues es una pena que se estropee –dijo Mihail, lanzándose en picado por un rollito.

La fiesta duró un par de horas, lo que tardó en caer la tarde. Ahítos y ebrios, los soldados concluyeron que lo mejor era pasar allí la noche y regresar al pueblo por la mañana. Al poco, todos roncaban despreocupados en torno a la mesa. Había llegado mi turno.

Aunque procuré controlarme y chupar lo mínimo de cada víctima, tras picar al tercero tenía el abdomen a reventar. Vomité y continué con la tarea hasta que no pude más y me retiré como pude a mi escondite. Estaban tan borrachos que ninguno se enteró de mi ataque. Los picores se hicieron sentir cuando se fueron disipando los efluvios del alcohol, al amanecer. Alguno se rascaba con tanta saña que acabó medio desplumado.

- Voy a cortale la cabeza a nuestro anfitrión de recuerdo y nos vamos de aquí. A ver si en el pueblo nos pueden poner un emplasto que nos calme un poco –dijo Drago.

Como se habrán imaginado, cuando bajó a la cripta se encontró el sarcófago vacío. Para dar un poco más de dramatismo, me permití el lujo de verter algunas gotas de sangre por el suelo, en dirección a las escaleras. Iancu sacó conclusiones inmediatamente.

- Es un muerto viviente. Nos ha cebado para chuparnos la sangre.

- ¿Qué demonios estás diciendo? Eso no tiene sentido –vociferó nervioso el balaur.

- Entonces, ¿cómo explicas esto?

- Yo… no sé… -Drago estaba desconcertado- ¡Buscad a ese dracului pajarraco! Tiene que estar en alguna parte –acabó reaccionando.

Los soldados se miraron, indecisos. Drago volvió a gritar y acabó venciendo las reticencias de sus subordinados, que sabían cómo se las gastaba. Tras un par de horas y agobiados por los picores, desistieron de su búsqueda. Sin embargo, el capitán no estaba dispuesto a admitir su derrota.

- Blestem. No podemos ir al pueblo así. Mejor volvamos a Seiscastillos y, cuando nos curen las heridas, regresaremos con refuerzos.

Y regresaron, efectivamente. Dos semanas más tarde, cerca de treinta soldados llegaron ante las puertas de la mansión de Vlad. Ya contábamos con ello, aunque la verdad es que les esperábamos algo antes. Eso habría supuesto nuestro fracaso. Tuvimos suerte, no había plan B.

El parásito del pantano, el plasmodium, había comenzado a hacer estragos en nuestros viejos conocidos, que apenas podían caminar, sudorosos y con los ojos vidriosos, bajo los efectos de la fiebre. El propio Drago se adelantó en un alarde de determinación hasta la puerta para empujarla como hiciera en el pasado, para franquear la entrada a sus saurios. Pero apenas llegó a tocar el llamador, cayó fulminado al suelo, gimiendo entre retortijones. La visión de su jefe doblegado por la malaria caló hondo en sus compañeros infectados, que abandonaron las pocas energías que les quedaban para luchar contra la enfermedad y se desplomaron también sobre la arena. El resto de la comitiva no necesitó más explicaciones y se batió en retirada sin orden ni concierto, dejando a sus compañeros agonizando.

Pronto se extendió la leyenda de que en el oscuro castillo más allá de los pantanos vívía un temible bradycneme draculae (que significa “diablo”) que chupaba la sangre a quien osara acercarse a sus dominios hasta provocarles la muerte. Así que nadie volvió a molestar a Vlad, que vivió en paz el resto de sus días, dedicado a la horticultura y la apicultura.

En cuanto a mí, pude sentar la cabeza y establecerme por fin. Inundé cada rincón de la mansión con mis huevos y aleccioné a mis hijas para que mantuvieran viva la leyenda, atacando a quien se acercara. Y llegué a conocer a la abeja reina, menuda pécora. Pero ya les hablaré de ella en otra ocasión.

CHARLIE CHARMER

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[1] Maniraptor del tamaño de un pavo, representado por una única especie: el Bradycneme draculae.
[2] Alvarezsáurido de un metro cuyo nombre significa, precisamente, “pájaro de los siete castillos”.
[3] Ave primitiva (para otros, dromeosáurido) de dos metros bautizado con el nombre de una especie de dragón de la mitología rumana.
[4] Pequeño troodóntido rumano cuyo nombre significa “ala del pantano”.

jueves, 22 de febrero de 2018

La Paleontología y Forges

Hoy nos hemos despertado con la noticia del fallecimiento de Antonio Fraguas "Forges". Dibujante con una carrera de más de cincuenta años dedicada al humor gráfico, ha trabajado en revistas como Hermano Lobo, El Jueves o Interviú y en cabeceras de prensa como Diario 16, El Mundo o El País. Sus viñetas reflejaban diariamente de manera ácida y certera la sociedad española, y en muchas ocasiones también incluían referencias paleontológicas. Autor de más de una treintena de libros, ilustró por ejemplo "Elemental queridos humanos" de Juan Luis Arsuaga. A continuación dejamos una breve selección de viñetas en las que Forges trataba el mundo del pasado con su habitual estilo:








miércoles, 21 de febrero de 2018

Jurassic Jesus

Hace mucho, mucho tiempo alguien se sacrificó con la finalidad de que los seres humanos prosperasen en la importante y dura batalla contra los Demonios de Neandertal. A lomos de su raptor y lanzando ráfagas de disparos láser desde las palmas de sus manos, Jurassic Jesus salvó a la humanidad en un pasado remoto. Bueno... algo así parece ser que querían contar con este diseño de camiseta para Design By Hümans los de Ilustrata, estudio de diseño e ilustración de São Paulo (Brasil). Puedes conseguirla por algo más de veinte dólares aquí.

martes, 20 de febrero de 2018

Viviendo en el Mesozoico con Yasuda Kanako

Yasuda Kanako es una joven artista japonesa nacida en 1990 en Kioto, aunque ahora reside en Osaka. Estudió en la facultad de Ciencias de la Shinshu University de Nagano, y aunque le apasionaban la geología y los dinosaurios, no pudo continuar su carrera investigadora en este campo. En 2016, decidió retomar esta pasión por las faunas del pasado y comenzó a dibujar dinosaurios y reptiles extintos. Lo que comenzó siendo un pasatiempo, se convirtió en trabajo y empezó a realizar encargos como ilustradora profesional. Por otro lado, en 2017 abrió el Café Atelier en Osaka, un espacio creativo en el que ejerce de administradora y gestiona diferentes actividades culturales. De esta forma, compagina estas dos labores y ayuda a jóvenes emprendedores a llevar a cabo sus iniciativas en hostelería. Nosotros nos vamos a centrar en su vertiente pictórica y vamos a dejar por aquí una selección de su obra relacionada con los reptiles mesozoicos.








lunes, 19 de febrero de 2018

Poncho Pilates (Charlie Charmer) (y II)

(Resumen de lo publicado: El monstruo del bosque, un feroz pelecanímimus se aproxima a Poncho con las fauces abiertas. Nuestro protagonista se prepara para el fin)


- ¿Dónde está el rey? –dijo la bestia.

- El… rey. No sé –contestó lánguido el coleóptero, abriendo un solo ojo, en espera de la dentellada que acabaría con sus preocupaciones.

- Qué raro… suele ser puntual.

- ¡Salve, Toribio! –dijo un todavía púber iberonepa al que portaban en un baldaquino, rodeado de una cohorte de chinches vestidos con suntuosas capas y ostentosos sombreros de fieltro.

- Ah, estás aquí. Ya decía yo…

Poncho no lograba comprender que se pudiera dialogar como si tal cosa con un monstruo al que cada día se debía rendir tributo de sangre. Por muy educados que fueran los nipas, aquello excedía claramente cualquier regla de cortesía.

- ¿Me has preparado ya el almuerzo de hoy? –continuó el pelecanímimus.

- Pues, verás. La población reclusa se ha reducido drásticamente, pero aún tenemos algún delincuente común en los calabozos…

- No perdamos el tiempo con cháchara, entonces. Ya es bastante desagradable toda esta situación –dijo Toribio, sacudiéndose el fango de las patas para volverlas a introducir en el mismo sitio.

Puesto en pie sobre su mínimo hábitat insular, el empresario asistía atónito a aquella surrealista discusión sobre política penitenciaria, sin dar crédito a cuanto oía. Los humores digestivos con que la cercana respiración del dinosaurio le había obsequiado debían tener efectos psicoactivos y estaba alucinando.

- Es que creo que hoy podemos ofrecerte una opción mejor –dijo el joven monarca.

- Tú diras.

- Hay un tipo de violencia que se ejerce de modo manifiesto sobre los semejantes –tomó la palabra el chambelán, que ejercía de valido, ante la mirada solícita de su soberano- y otra subrepticia, más difícil de focalizar pero cuyos efectos son aún más devastadores.

- ¿Qué quieres decir?

- El capital oprime a los trabajadores, sometiéndoles a su mandato imperativo, ya que la única alternativa que resta a la esclavitud es el hambre. Este escarabajo es un explotador que nos tiene subyugados ante la perspectiva del paro, pues nuestra tierra es pobre en recursos y carecemos de toda industria…

- Pero, ¿qué estás diciendo, desgraciado? –dijo Poncho, cuyo caparazón estaba tomando un poco saludable tono bermejo- Eso no es verdad. Yo siempre he mirado por el bien de este pueblo. No estaría aquí si no…

- Tenemos testigos –le interrumpió el chambelán.

Judas surgió de su escondite, tras la comitiva real. Atraída por el rumor de que la víctima propiciatoria de aquella jornada no sería un belostomátido, la gente empezaba a asomar por los alrededores, con cierta cautela pero mayor curiosidad.

- Cuanto ha dicho Su Señoría es cierto, señor –afirmó Judas-. Soy el encargado de la gestión del gimnasio del señor Pilates, conforme a sus instrucciones, que son, en resumen, maximizar beneficios y minimizar costes. Solo le preocupa disfrutar de sus extractos bancarios.

- ¡Judas! –le espetó el coleóptero- ¿cómo puedes soltar tal sarta de mentiras y quedarte tan ancho? ¿qué te han prometido? ¿acaso quieres quedarte con el negocio de esta forma tan vil? Podrías habérmelo dicho, te lo habría traspasado. Ya estoy viejo y cansado, y sabes que estaba empezando a pensar en retirarme...

Toribio el pelecanímimus asistía a aquel espectáculo insólito, algo desorientado por el curso de los acontecimientos. Miraba a unos y a otro sin terminar de comprender lo que estaba pasando. La gente había comenzado a formar un corro y cuchicheaban sin pudor, olvidando su tradicional sentido de la urbanidad.

- Señor –continuó Judas-, de todos es conocido cómo hacen su fortuna los escarabajos peloteros. Empleados por los banqueros saurópodos, se encargan de separar sus gastrolitos, nuestra moneda, del resto de los desechos procedentes de su digestión con los que hacen esas gigantescas bolas que almacenan en sus despensas y no declaran a Hacienda, al considerarse residuos sin valor en la normativa numismática. No conformes con este alegal pago en especie y el sueldo que tienen asignado, camuflan entre los excrementos pequeños gastrolitos, los más valiosos, que ingresan en paraísos fiscales o invierten en empresas que les hagan aún más ricos.

- No puedo hablar por mis semejantes –dijo Poncho con la voz quebrada bajo la atenta mirada de la multitud, expectante-, pero yo jamás he robado un gastrolito. Aún siendo cierto que la legislación fiscal no grava las bolas con las que alimento a mis hijos, esto no debe atribuirse sino a quien hace las leyes. Aunque quisiera declarar su valor, la Administración Tributaria no les daría ninguno. Mis inversiones han sido siempre fruto del esfuerzo y del ahorro. Comencé con un pequeño gimnasio en un cuartucho en el que apenas cabían cuatro o cinco clientes, con la intención de que mis conciudadanos redujeran su nivel de colesterol y de que mis hijos no tuvieran que dedicarse a la desagradable misión de escarbar entre los restos de los saurópodos…

- Ahora nos vas a contar que no te gusta la mierda…

- Pues claro que me gusta, ¿a quién no? –el pelecanímimus torció el gesto. Aquellos comentarios contribuyeron un poco a calmar su voraz apetito-. Lo desagradable es encontrar a compañeros aplastados por las pisadas de algún saurópodo despistado o que el resto de especies te señalen con el dedo acusándote sin pruebas de apropiarte de lo ajeno. Mi método de gimnasia tuvo una aceptación inmediata y casi me vi obligado a ampliar las instalaciones. Me sonrió el éxito y ahora dispongo de una cadena de gimnasios que me permite vivir holgadamente, pero no he conseguido mi objetivo. Ninguno de mis hijos se ha mostrado interesado por el negocio y solo piensan en divertirse.

- El señor Pilates me readmitió en la empresa cuando intenté establecerme por mi cuenta y fracasé –dijo una voz entre la muchedumbre.

- A mí me siguió pagando cuando me lesioné una pata y tuve que guardar cama tres meses –dijo otro-, aunque pude oír a Judas decirle que no era “un buen precedente”. Siempre se ha portado bien con nosotros.

Judas enmudeció y retrocedió intentado evadirse entre la masa, pero un alguacil le retuvo, agarrándole por el protórax.

- ¡Basta ya! –gruñó Toribio, provocando el mutismo inmediato de los congregados-. El trato era un reo al día, ¿dónde está?

Al rey comenzaron a temblarle las patas. El chambelán dio una orden al oficial más cercano, que marchó inmediatamente al calabozo.

- ¿Acaso os podéis hacer una idea de lo que supone para un depredador de más de dos metros reducir su ingesta de proteínas a un mísero insecto diario? Hace años que padezco insomnio porque mi estómago ruge rabioso toda la noche. He intentado hacerme vegetariano, pero cuando tomo mucha verdura las tripas se me revuelven y acabo descompuesto. Tengo una halitosis que a mí mismo me produce repugnancia, fruto del lamentable estado de mi sistema digestivo. No puedo vencer a mi naturaleza, por más que quiera. Deberíais estar agradecidos de que no devore toda vuestra colonia para satisfacer mi apetito, en lugar de llamarme monstruo...

- Señor, nosotros no… -dijo el reyezuelo.

- No me interrumpas. La naturaleza también me ha dotado de un oído extremadamente fino. Trato de ignorar vuestras ofensas y me limito a intentar ser coherente con mis ideas. Pensaba que érais una sociedad avanzada, que podíamos colaborar, liberándoos de los especímenes más dañiños, pero veo que no dudáis en traicionar vuestros principios en cuanto veis que podéis obtener provecho de ello ¿Qué tipo de moral es ésa?

- Señor, aquí está el reo –dijo el alguacil, estirando las antenas marcialmente.

Al infortunado chinche que le acompañaba gimoteando, cargado de cadenas, las patas no le respondían y el oficial debía fustigarle para que avanzase. Apenas era un crío.

- Tiene razón –dijo el valido real-, nosotros no somos quien para decidir cuál será la víctima más adecuada para el sacrificio. Puede devorar a este ladronzuelo incorregible, que cree que puede tomar lo que desee del almacén de larvas de libélula con la mera excusa de dar de comer a sus huérfanos hermanitos, apenas unas ninfas, o al rollizo empresario preso de ese islote, que se ha enriquecido con la excusa de acabar con el sobrepeso de sus semejantes, cuando basta verle para comprender que no es el más indicado para hablar del asunto. Hágase su voluntad, nosotros nos lavamos las patas en la charca.

El preso se desmayó y su guardián se vio obligado a sujetarlo entre sus patas para evitar que cayera al suelo. Poncho revivió el final que había previsto al ver llegar al terópodo, aunque esta vez no estaba tan seguro de que hubiera valido la pena. Desplegó los élitros y trató de agitar las alas, pero el barro se había secado y no pudo despegarlas del tórax.

El pelecanímimus estiró las suyas y las volvió a recoger. Crujió el cuello, torciéndolo a ambos lados, meneando de forma cómica la cresta y la bolsa bajo el pico. Dio un par de pasos al frente y, al removerse el lodo, quedaron al descubierto un par de peces teleósteos que salieron disparados para volver a sumergirse entre el fango, lo más lejos que pudieron.

- Ya he tomado una decisión –dijo.

El joven rey suspiró aliviado y su valido le dirigió una mirada cómplice, pavoneándose de su capacidad diplomática. El monstruo abrió sus fauces y los devoró a ambos del mismo bocado. Después siguió con todos los consejeros, alguaciles y el resto de oficiales. La multitud emprendió la carrera, aplastándose unos a otros en la estampida. Unos se sumergieron, otros salieron volando. En cuestión de segundos, tan solo quedaban en la escena el joven delincuente desvanecido, Poncho y Toribio, que se acercó a él con los restos de las patas de los hemípteros aún colgando entre los dientes, chorreando sangre. La bolsa bajo su pico estaba repleta de provisiones.

- No deberías preocuparte por el comportamiento de tus descendientes –dijo el pelecanímimus, entre eructos de satisfacción-. A fin de cuentas, solo siguen los instintos de su especie. Y tú, como yo, no nos hacemos ningún bien tratando de esquivar nuestra naturaleza. Jubílate y disfruta de lo que has conseguido con tanto esfuerzo.

- Siempre les tuve presentes. No es tan sencillo. Pero lo intentaré.

- Ha sido un placer. No es habitual encontrar a gente íntegra.

- Lo mismo digo.

- Una última cosa…

- ¿Sí?

- ¿De verdad está buena la caca de saurópodo?

- Aunque sea tirar piedras contra mi tejado, mejor sigue tu instinto. Cada uno está hecho para lo que está hecho. Ademas –esbozó una sonrisa-, no quisiera tener que competir por el alimento con alguien de tu tamaño.

- Jajaja. Sí, tienes razón. Salud, amigo.

- Salud.

El pelecanímimus se internó en la foresta aprovechando la ruta que había abierto en su llegada. Desde la charca podía escucharse el eco de una cancioncilla popular que iba gorjeando hasta que se perdió en la espesura. Poncho puso sus alas en remojo para ablandar el barro, frotándolas delicadamente con las patas traseras. “Cuando me vea mi mujer llegar con estas pintas…” Entonces, pensó que había llegado la hora de emprender aquel viaje de novios a Gondwana que no pudieron hacer en su momento. Las nubes habían desaparecido y el sol brillaba con fuerza en el centro de la bóveda celeste.

CHARLIE CHARMER

viernes, 16 de febrero de 2018

Los juguetes de dinosaurios, más peligrosos para los niños que otros juguetes, según la MADTFCIOCLLC

Mucho ojo a la noticia publicada hace algo más de un año por IFLScience (11 de enero de 2016):

Los juguetes de dinosaurios, más peligrosos para los niños que otros juguetes, según la MADTFCIOCLLC



La MADTFCIOCLLC (Moms Against Dangerous Toys For Children In Our Communities, LLC, que traducido sería algo como Madres Contra los Juguetes Peligrosos Para Niños en Nuestras Comunidades, S.L.) ha lanzado la lista de los juguetes más peligrosos para los niños, y no es extraño que la lista esté llena de juguetes de dinosaurios. Las criaturas satánicas imaginarias que algunos fabricantes han decidido que son juguetes estupendos, se sabe desde hace tiempo, que no solo asustan a algunos niños, sino que incitan a la violencia y provocan ira en otros niños. La exposición a estos juguetes probablemente sea la causa de la mayoría de los problemas de conducta que se observan en los adolescentes y puede provocar graves problemas en la edad adulta.

MADTFCIOCLLC (Moms Against Dangerous Toys For Children In Our Communities, LLC) es una organización dedicada a garantizar que nuestros niños tengan entornos llenos de juguetes seguros y no violentos que promuevan buenos valores, fomenten la amabilidad y representen salud. Los dinosaurios no entran en esta categoría

Por el bien de nuestros hijos, MADTFCIOCLLC está tomando cartas en el asunto y ha dicho que ya es suficiente. Su lista de juguetes más peligrosos es un catálogo creciente de algunos de los peores juguetes para niños de todas las edades. Las mujeres de MADTFCIOCLLC no se sorprendieron al descubrir que los juguetes de dinosaurios son los peores de todos, causando más sustos y más lesiones que cualquier otro juguete en el mercado. "Realmente, queremos echar a estos peligrosos juguetes de dinosaurios de la estantería de nuestros hijos por su seguridad", dijo la portavoz de MADTFCIOCLLC, Kim Butters.

Entre los juguetes considerados más peligrosos, se incluye un juego de investigación con dinosaurios que anima a los niños a promover la dinomentira, huevos que albergan temibles dinosaurios en su interior y "juguetes" guardianes con sensores de movimiento y "5 poderosos rugidos" que rugen a la gente y alerta a los delincuentes juveniles de que los adultos se están acercando.

"Jurassic Park lo empeoró"
Con el aumento de la popularidad de Jurassic World recientemente, no es una sorpresa que los peligrosos juguetes dinosaurianos hayan regresado. Y siguen inundando el mercado de juguetes con una venganza.

"Hemos estado varios años con todos esos juguetes de dinosaurios practicamente eliminados de los estantes", dice Butters, que se encuentra en una pequeña comunidad en las afueras de Toledo, Ohio. "En varios distritos escolares de Ohio, MADTFCIOCLLC ha eliminado completamente a los dinosaurios de los planes de estudio en el colegio. Lo que hemos comprobado aquí es que la mayoría de los niños de la zona elegían otros juguetes más sanos para jugar. Pensamos que eliminar a los dinosaurios de su plan de estudios ha jugado un papel muy importante en eso".

Esta foto sin fecha muestra unas garras de dinosaurio diseñadas para que las utilicen niños de tan solo 4 años. Estas garras están diseñadas para que los niños las usen para causar lesiones en los ojos y en la cara a sus amigos y familiares

Pero Hollywood mostró su peor cara, y los niños de Ohio y del resto del país, están siendo atacados. "Antes, la propaganda hollywoodiense no se les metía en la garganta a diario", dijo Butters. "Jurassic World lo ha hecho mucho peor. Ahora casi todos los niños lo ven en la juguetería. Y es frustrante".

Los dinosaurios son peligrosos
Un Indominus rex que tritura, un Tyrannasaurus rex que pisa y golpea y una línea de juguetes plásticos que muerden y aporrean lanzados bajo la marca Jurassic World renuevan la idea de que pelear y morder no solo es aceptable, sino que también es alentador.

En octubre, tres niños fueron suspendidos de la Escuela Primaria Oaklawn en Boise, Idaho por pretender ser dinosaurios y morder a otros niños. En Eerie, Indiana, en julio, un grupo de niños de cuarto grado fue enviado a la sala de emergencias después de que un juego de dinosaurios con "garras y mordiscos" provocase heridas a varios de los niños.

MADTFCIOCLLC espera que puedan establecer una diferencia en las vidas de niños como estos al asegurar que la influencia de los dinosaurios en sus vidas sean eliminadas para siempre.

Después de asustarse innecesariamente por imágenes y sonidos de dinosaurios violentos a manos de su supuesto padre querido, y después de gritar en vano "papi" varias veces en busca de ayuda, este niño responde con escepticismo a la declaración de su padre de "te amo" y la duda es evidente en su cara

Sin embargo, es necesaria más que una guerra contra los juguetes para sofocar la industria masiva basada en mentiras. Y MADTFCIOCLLC entiende que el trabajo que están haciendo es solo parte de la solución. El Museum Industry Complex (MIC, que traducido sería el Complejo de la Industria de los Museos) tiene un gran interés en mantener a los dinosaurios en la vanguardia, y se esforzará de forma concertada y organizada para marcar realmente la diferencia.

"Es ahora o nunca", suspiró Butters. "Los niños crecen rápido y antes de que te des cuenta, el daño ya está hecho.



Esto no es más que una traducción cochambrosa de la noticia en inglés. Para ver la fuente original, pincha aquí. Ah, y para los que no lo sepan, IFLScience (Infallible Foundation Longevity Science) es una página satírica de ciencia. Así que, aunque a lo mejor no hacía falta explicarlo, esta noticia "probablemente" sea de coña...

Me lo chivó Magnetosopelane. ¡Gracias!

jueves, 15 de febrero de 2018

I Left My Heart in...

Hace poco ya veíamos por aquí parte del trabajo de David Orr junto a su pareja Jennie Orr en Blue Aster, el estudio de diseño e ilustración que han creado en Bloomington (Indiana, Estados Unidos). Como comentábamos, Orr es uno de los integrantes del blog "Love in the Time of Chasmosaurs" y tiene una prolífica obra como paleoilustrador. Hoy queremos destacar su serie "I Left My Heart in..." en formato camiseta, en la que hace un viaje a través de diferentes periodos geológicos. Puedes conseguirlas por algo más de veinte dólares en la web de Studio 252MYA:








miércoles, 14 de febrero de 2018

El arcoíris mesozoico de Windy Flamingo

Windy Flamingo, cuyo verdadero nombre es Tasha Mukanik, es una ilustradora de Alberta (Canadá). Desde 2014, lleva publicando semanalmente el cómic "The Sanity Circus" en la web SSP Comics, de la que es fundadora junto a otros compañeros. Además, es frecuente verla compartir ilustraciones con referencias dinosaurianas en su Tumblr o su DeviantArt. Entre sus últimos dibujos destaca esta serie de grupos faunísticos mesozoicos, que unidos, dan lugar a un arcoíris. Ahí lo dejamos:






martes, 13 de febrero de 2018

Poncho Pilates (Charlie Charmer) (I)

Blob, blob. El aguacero era historia. Las gotas que se habían remoloneado en las copas de los frenolopsis y weichselias de la orilla se deslizaban ahora por las ramas más bajas, hidratándolas con su esencia vivificante antes de saltar a la charca. Blob, blob, blob. La claridad del alba reflejada en la superficie ondulante fue dibujando lentamente el contorno del promontorio donde Poncho había pernoctado sin atreverse a mover una pata. Al estallar la tormenta, la prudencia había aconsejado al viejo coleóptero acudir a la zona más elevada del terreno y esperar allí a que escampara en lugar de intentar escapar a ciegas para, con toda probabilidad, acabar arrastrado por la corriente. Luego, el nivel del agua había subido de tal modo que la cumbre se había transformado en un reducido islote, dejándole aislado en el centro del pantano. Blob, blob.

Muchos inversores dejan toda la responsabilidad de la gestión en manos de sus gerentes y se conforman con ver que sus cuentas corrientes crecen cada día que pasa. Para el señor Pilates, eso era media realidad. El éxito solo era posible si conseguía mejorar la calidad de vida de sus trabajadores y clientes. En otro caso, el negocio debía calificarse de estafa. Llevado del celo profesional, había adelantado su visita de fin de temporada para poder apreciar la calidad del servicio cuando todavía acudía al gimnasio un volumen considerable de clientes, y ahora sufría las consecuencias. Sin embargo, no se podía tachar al empresario de temerario o inconsciente; hacía décadas que no llovía de ese modo una vez que arrancaba la estación seca.

La inundación parecía, sin embargo, un mera anécdota para los habitantes del humedal, que se salpicaban unos a otros corriendo en todas direcciones. Los anfibios habían desaparecido durante la noche, peces y crustáceos se enterraban en el fondo o se dejaban llevar a la deriva ocultos bajo la masa viscosa formada por algas y bacterias que flotaba sobre aquél. Pequeños insectos dejaban intuir su paso con un rastro en forma de largos surcos rectos que surgían por doquier y se abrían en infinidad de ondas hasta difuminarse o cruzarse con otra estela. Las nipas podían salir volando, quedarse flotando boca abajo para camuflar su caparazón, manchado de cieno, junto a las hojas de los nenúfares y las algas de la superficie o correr a esconderse en las oquedades entre las rocas de la ribera. Pero aquellas enormes chinches acuáticas eran las reinas de la charca, atravesaban a los pececillos con su largo pico para extraerles toda su esencia vital, devoraban vivas a las libélulas que se acercaban incautas a sus dominios e incluso habían terminado con más de un batracio inyectándole su mortífero veneno. Su orgullo les impedía huir ante ningún enemigo.

A Poncho no se le escapaba, con todo, la gran agitación de que sus temidas clientes eran presa aquella mañana. Los heraldos del concejo que iban a visitar al rey se cruzaban con los nobles que le representaban ante el sumo sacerdote, y los monjes que acudían a las cofradías con los embajadores que los gremios enviaban a casa de los munícipes. De vez en cuando, la espesura devolvía un crujido o un gruñido. Entonces, todos ellos se detenían y se erguían sobre la superficie mirando hacia la orilla, hasta que la falsa alarma pasaba y regresaba la algarabía a la plaza. En medio de aquel hervidero, el escarabajo pelotero creyó distinguir al belostomátido encargado de su gimnasio, que acudía escoltado por un par de alguaciles a alguna de aquellas importantes reuniones.

- ¡Judas! ¡Eh, Judas! –le llamó.

- Buen día, señor Pilates –por temidos que los nipas fueran en el ámbito lacustre, cuidaban las formas de tal modo que la descortesía se castigaba de modo irreversible con la infamia de por vida.

- Buenos días, ¿podrías conseguirme una hoja que me permita navegar hasta la orilla?

- Disculpad mi atrevimiento, pero ¿por qué no voláis, sin más?

- Me temo que lo intenté antes de tiempo y, al abrir los élitros, resbalé golpeado por la lluvia y me llené de barro. Tengo las alas arrugadas y enfangandas. No quiero intentarlo y caer al agua a medio camino.

- Lamento no poder atenderle en este momento, señor, pero nos esperan en palacio con urgencia.

- Vale, vale. Solo dime, ¿qué está pasando aquí? ¿por qué anda todo el mundo tan revuelto?

- Es el monstruo. Se acerca la hora.

- ¿El monstruo?¿qué monstruo?

- El monstruo del bosque, viene por el sacrificio de cada día. Lo siento, señor. Si no acudo inmediatamente, Su Majestad se enfadará seriamente conmigo. Además de mi cuello, el negocio podría sufrir las consecuencias.

Los oficiales se inclinaron en una leve reverencia y reanudaron su camino junto al atribulado Judas. Poncho comenzó a darse cuenta de que la situación podía empeorar aún más. El ajetreo continuó hasta que las ramas de las coníferas cercanas comenzaron a crepitar y el silencio más absoluto se instaló en la ciénaga. Los pasos de la bestia retumbaban como mazazos en la maleza transmitiendo sus vibraciones hasta la superficie acuática, barriendo la laguna en ondas concéntricas que se enervaban para volver a resurgir cada vez con más fuerza. Las copas de los árboles se agitaban y las aves los abandonaban, escapando hacia las nubes entre graznidos de pavor. Algunos hemípteros no pudieron resistir la tensión y corrieron a buscar sitio entre el lodo del fondo. Poncho estuvo a punto de rodar isla abajo un par de veces. Se agarró con fuerza a la tierra, pegando el abdomen y clavando todas su patas. De pronto, el ruido cesó. Nadie se movió un milímetro. El empresario levantó un poco el protórax apoyándose en las patas delanteras y agitó los palpos maxilares en un espasmo nervioso. Igual de súbitamente, los grandes helechos más próximos a la orilla se abrieron y el monstruo, un enorme pelecanimimus envuelto en plumas negras y blancas, surgió de la nada con las fauces abiertas mostrando sus temibles hileras de afilados dientes.

La bestia entró en el agua de un salto, agitando sus pequeños brazos emplumados, de los que se desprendieron algunas barbas albas por el esfuerzo que el viento arrastró, haciendo aterrizar parte junto al islote donde Poncho se lamentaba de su suerte, sabiéndose la víctima más visible para el recién llegado depredador. Tras un rápido barrido visual del escenario, el ornitomimosauriano le enfocó con sus enormes ojos y observó la pequeña plataforma donde el infortunado coleóptero había quedado confinado, preguntándose posiblemente si se trataba de una especial presentación de su festín de aquella jornada. Luego movió la cabeza en todas direcciones, y su cresta repitió sus movimientos como un pelele. Por fin, se acercó al empresario y, abriendo la boca, le mostró la bolsa de la papada, donde podía llegar a caber un turbomesodon adulto o una familia completa de pseudoastacus. De los restos tumefactos en descomposición distribuidos entre los recovecos de la bolsa y los más de doscientos dientes que poblaban su mandíbula emanaba un vapor hediondo que tenía la virtud de anestesiar a la víctima antes de que pudiera llegar a sentir el mortal mordisco.

Poncho tuvo la certeza de que había llegado su fin, agachó la cabeza y se concentró en un solo pensamiento: pese a todo, la vida había merecido la pena.

(continuará...)

CHARLIE CHARMER

lunes, 12 de febrero de 2018

Unas cuantas ilustraciones dinosaurianas... (XX)

"Invasion of the Dinosaurs With Laser Eyes" (Francisco Hnilo)

Nueva tanda de ilustraciones con dinosaurios de muy diferentes estilos y procedencias. Desde el dibujo más clásico hasta diseños digitales, encontramos a los omnipresentes terópodos (lo que ya no es una sorpresa...), pero también ceratópsidos con originales coloraciones. Ahí lo dejamos:

"Con los codos pegados al torso" (Ata Lassalle)

"Art Dino" (Rafael Vallaperde)

"Strawberry Shortcake Chasmosaurus" (Cameron Clow)

"Murder in the Mesozoic" (Chris Moet)

"Desert Raptor" (Jesse G.)

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