viernes, 31 de enero de 2014

Las aventuras de Corax (Mariana Rossi)

Corax era un cuervo que se la pasaba viajando y era poseedor de una curiosidad que un gato no era capaz de matar.

Un día, aburrido de sus vecinos y los chusmas de la bandada se había ido al desierto volando, lo que no esperaba es que hiciese un calor extremo. Al principio había estado relativamente bien pero la sed no tardó en empezar a quejarse y Corax comenzó a buscar algún charco de agua pero no encontraba ninguno; pronto a la sed le haría compañía la desesperación, que era una combinación realmente mala. Sabe Su Santidad Tiranosaurio Rex quién había sido el inteligente en darles tanta personalidad a esas dos. En su cabeza Sed y Desesperación empezaban a ser más molestas a cada paso.

No tenía ganas de volar y vocalizar podía ser peligroso, podía encontrarse con las águilas y tendría problemas indeseables. Todos los pájaros sabían que las águilas se creían lo mejor de las aves. Pero él pensaba que no era así. Hasta los patos a veces tenían aventuras más absurdas que las águilas y eso era ya un decir.

Así caminando, se encontró con un par de huesos extraños pero no tenían ninguna carne que roer “Por los Dientes del Tiranosaurio Rex” pensó Corax. No eran huesos humanos, pues éstos no estaban distribuidos de la misma forma y tampoco había agua cerca. Esto ya estaba poniéndose terriblemente mal. Pisó los huesos y los picoteó un poco, quizás todavía tenían algún mineral que pudiese ingerir. Siguió picoteando otras partes del mismo hasta que escuchó una voz rara, profunda; alzó la cabeza para ver si había alguien allí pero no había nadie. Al menos Sed y Desesperación estaban distraídas, rogaba que otras partes de su consciencia no despertaran, ya bastante problemas tenía con dos.

La voz se siguió escuchando y decidió vocalizar. Con mucha mala suerte, de repente, resbaló y se dio el pico contra los huesos y cuando despertó estaba arriba de un bicho de tamaño colosal que lo observaba muy mal, su cabeza a comparación de su cuerpo, era pequeña. ¿Dónde coño había venido a parar? ¿Por qué demonios se sentía como presa de un posible tatara-tatara abuelo? Y lo más importante ¡¿Dónde había una puta gota de agua?!

Corax volvió a vocalizar no muy fuerte, no quería que lo escuchara quién o quiénes estuviesen allí. El gigantón lo miró de nuevo y sacudió su cuerpo un poco, como para sacárselo de encima cual pulga. Voló un poco y por fin pudo ver lo que todo este tiempo no había visto. ¡Estaba en un valle! Y lo más importante: había agua. No lo pensó mucho y se fue aleteando al lago para darse un baño y beberse, si lo dejaban, todo el agua. Sed y Desesperación estaban tan tranquilas y contentas que se sintió aliviado cuando no las escuchó más. Esto era pasarla bien y estar fresquitos como gusano dentro de la tierra aunque él no tenía ni la menor idea de cómo se sentían los gusanos habitualmente, ni se los preguntaría. Lo que le faltaba era ponerse a hablar con la comida.

Ahora el mundo era ¡Agua! ¡Agua! ¡Agua!. - Que nadie se atreva a sacarme de aquí- pensó no muy consciente del peligro que se cernían sobre sus negras alas. Las aguas del lago empezaron a agitarse cada vez más y si no fuera por un rápido reflejo hubiese sido comida de una especie de cocodrilo. Ahora en el aire se dio cuenta que otros “tipos” gigantes lo miraban también. ¿Es que acaso no habían visto a un cuervo en su vida? ¿Dónde estaban las águilas y los demás? Se ve que se notó que andaba más perdido que cucaracha sin cabeza porque un “tipo” con muchas espinas le dijo algo así “Pareces sentirte mal ¿O perdiste a los otros pequeños voladores?”. Sinceramente no entendió eso de otros pequeños voladores, la cuestión real era por qué dientes él era tan grande y tenía una batería de pinches por toda su espalda e incluso en algunas partes de su cuerpo. ¿Esperaba que le cayera la cena de navidad del cielo?. Cansado de volar, se fue hasta un árbol que había visto y se posó ahí, tenía que parar un momento para pensar qué cuernos estaba pasando. Además, era un cuervo, coño, tenía una inteligencia a la que defender y de la que enorgullecerse.

Visto el paisaje en panorámica, no sólo era un valle, había agua y bichos gigantes, con los que tendría comida por meses, sino que esto le estaba comenzando a resultar “familiar” de algún modo que no sabía cómo Tiranosaurio Rex explicarlo. Se encogió más en su lugar y frunció el ceño. Si alguna de esas aves más reales le estaban jugando una mala pasada, juraba por su pico que les arrancaría todas sus plumas. Sin embargo, dudaba mucho que fuese una broma. Su instinto le decía que era otra cosa, aquello solía ocurrir entre las diferentes aves pero sabía que las cosas no pasaban a mayores y esto era de un tamaño en el cual la palabra mayor quedaba del tamaño de una hormiga. ¡No! Algo había sucedido cuando había picoteado esos huesos extraños, tenía que descifrar el misterio.

Un tipo que se le parecía mucho a todas las aves se le acercó con cierta aprensión. “Definitivamente, no eres de aquí” le espetó sin moverse de su lugar. Pero este era un vivillo ¡Claro que no era de aquí! Corax movió la cabeza un poco para mirarlo con el ceño fruncido, si pensaba pasarse tres pueblos con un cuervo, iba a caer en picada con esas alas que parecían no muy fuertes.

“¿Dónde estoy?” preguntó él, lo más cortésmente que pudo, conteniéndose de darle unos cuantos picotazos. “¿No sabés dónde estás?” fue la respuesta del otro. Él negó con la cabeza. El otro, siguió mirándolo fijamente en un silencio que podía incomodar hasta a los patos más ruidosos del universo.

Sin aviso, desde ese lugar, sintió que el suelo retumbaba bajo el árbol, el tipo que tenía un lejano parecido a él, desapareció sin dejar rastro y unos rugidos se empezaron a sentir más cerca, parecía que la tierra se iba a partir, debajo del árbol apareció un bicho con unos filosos dientes que perseguía a un cuadrúpedo que tenía unas pequeñas protuberancias detrás de su cabeza. El tipo de filosos dientes alzó la cabeza y olisqueó un poco, la mirada que le clavó fue suficiente para decidiera emprender vuelo. “Filosín” como lo había bautizado, prosiguió su caza.

Asustadisímo, voló rápidamente hasta darse de llenó con el primer tipo gigantón que se encontró. Despertó en el desierto de nuevo, arriba de los huesos extraños y junto a él se encontró a Pato Domesticus. “¿Qué me sucedió?” preguntó desconcertado él. “Parece que has tenido un viaje Diplodocus”. ¿Eso significaba que a través de los huesos del Diplodocus había viajado en el tiempo? ¡Cuack! Digo ¡Cuaw, cuaw! Era el primer cuervo viajero del tiempo.

DINOSAURIA VIAJERA DEL TIEMPO (Mariana Rossi)


Otro de los relatos presentados al Tercer Certamen Literario Koprolitos nos llegó del otro del charco. ¡Gracias Mariana!

jueves, 30 de enero de 2014

Los dinosaurios urbanitas de John Conway

John Conway es un prolífico paleoilustrador londinense y una de las cabezas visibles de la editorial de reciente creación Irregular Books. Bajo este sello ha publicado junto a C.M. Kosemen y Darren Naish los libros "All Yesterdays" y "Cryptozoologicon". Además, junto a Naish, es el responsable del podcast "Tetrapod Zoology", que a su vez ha originado el cómic "TetZoo Time" en el cual Conway y Naish son los protagonistas. Además de su faceta "seria" en paleoilustración, a John Conway también le gusta dibujar alguna que otra travesura con dinosaurios. Aquí dejo una muestra. Puedes ver más de su obra en su DeviantArt:



miércoles, 29 de enero de 2014

El Mote (Vicente García-Oliva)

Estaba predestinado.

Era profesor nuestro en la Facultad de Geología. Tenía el cuello largo, la cabeza pequeña y unos andares pesados que movían su cuerpo de babor a estribor, como esas lanchas varadas en el muelle a merced de las olas.

El Diplodocus, además, era un tío raro y solitario que no se trataba con nadie. Por supuesto, con ningún alumno, pero tampoco se le veía departir con sus compañeros de facultad, a no ser a la salida de alguna reunión en la sala de profesores.

Hubo, sin embargo, un día en que alguien dijo, que alguien había visto al Diplodocus acompañado de una chica. No se daban datos de la acompañante, pero el que dijo que alguien lo había visto afirmaba que era una mujer joven, alta y poco agraciada. Un “callo”, vamos. Pero eso era lo de menos. Lo de más era que nuestro Diplodocus, el tío raro y solitario al que nunca se le habían conocido novias, ahora tenía una.

La curiosidad era más grande que la decencia, así que un grupo de los que éramos sus alumnos decidimos averiguar con nuestros propios ojos la verdad de aquella leyenda urbana. Ese sí era un secreto bien guardado y no la paparrucha del monstruo del Lago Ness que todos sabíamos que era un señuelo turístico.

Varios días lo seguimos atentamente por las calles hasta llegar a su casa. Nos dividíamos el trabajo de observación para no delatarnos. Unos por delante, otros por detrás, otros por las calles transversales (la transversalidad, que está tan de moda)… pero nada. Nunca se detenía. Nadie salía a su encuentro. Ni rastro de aquella supuesta mujer que alguien había dicho, que alguien había visto.

Ya íbamos a abandonar nuestro seguimiento, cansados de tanto espionaje inútil y seguros de que la leyenda urbana era solamente eso, cuando un día se produjo el esperado encuentro. Atravesaba un pequeño parque, ya muy cerca de su casa, cuando una chica se levantó del banco donde estaba sentada con un periódico bajo el brazo, y se le acercó subrepticiamente. O eso nos pareció a nosotros. Le susurró unas palabras al oído, y luego se le adelantó como un par de pasos camino de su casa.

Su aspecto físico era, en efecto, poco agraciado. Joven, eso sí, pero rara. Su cuello también era largo y su cabeza pequeña, y sus andares toscos y bamboleantes. Parecían hechos el uno para el otro.

Nos miramos con un gesto de complicidad porque a nadie, sin decirlo, le bastaba con aquella breve confirmación.

Los seguimos a una prudente distancia. Y cuando entraron en el domicilio del profesor, corrimos a buscar alguna ventana desde donde poder seguir mirando. Era como si estuviéramos esperando que algo sucediera. Algo extraño, desde luego.

La ventana que tenía la cortina descorrida era precisamente la del dormitorio. Con sumo cuidado asomamos nuestros ojos y nuestras narices contemplando lo que había al otro lado del cristal. Y lo que vimos nos dejó sin habla.

La pareja se dirigió al armario del dormitorio. El profesor dio vuelta a la llave que estaba puesta y vimos cómo, con sumo cuidado, extraía de su interior un objeto que en un principio no fuimos a identificar. Luego, se volvió con él hacia la joven que lo esperaba y entonces sí nos dimos cuenta de lo que se trataba.

Ahogamos un grito en nuestras gargantas, porque lo que nuestros ojos contemplaban en ese momento era un enorme huevo que apenas si cabía entre sus brazos. Un enorme huevo que la chica recibió con alborozo. Un huevo que nosotros, en cuarto de carrera, sabíamos perfectamente identificar.

BARBES (Vicente García-Oliva)


Una vez más hemos podido volver a contar con la participación de Vicente García-Oliva, que ya presentó en el certamen anterior "Una discusión doméstica" y que es autor de "El Cielo de los Dinosaurios". ¡Gracias Vicente!

martes, 28 de enero de 2014

Escultosaurios I

Hay cosas que, paradójicamente, resultan más bonitas y entrañables cuanto más toscas y cutres son, por ejemplo las esculturas de dinosaurios y demás criaturas prehistóricas que decoran ciertos establecimientos de carretera, minigolfs y parques temáticos. Esas patas de tubo, esos cuerpos de barril... ¡Eso es Arte y no el David de Miguel Ángel! A continuación un puñado de obras maestras, y aquí un montón más.

















 












lunes, 27 de enero de 2014

Todo es culpa de Rocío Dúrcal (Carlos de Miguel)

- ¡Hu-hi! ¡Hu-ha!...

- Dios, otra vez no…

- … yo tengo un diplodooocus que acabo de cazaaar.

- ¿Qué coño es eso?

- Una canción estúpida de la Dúrcal.

- ¡Hu-hi! ¡¡Hu-Haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!

- ¡¡¡QUE TE CALLES YA, JODER!!!

Durante unos segundos se hizo el silencio en el interior del coche. Todo el mundo parecía incómodo.

- ¡Si te vienes conmigo te llevo a pasear!

De un brusco volantazo, Marcos apartó el coche de la carretera y lo aparcó en la cuneta. A continuación se dio la vuelta hecho un basilisco.

- ¿En serio, Alberto? ¡¿EN SERIO?! ¡Estamos atravesando unos bosques alemanes de la leche! ¡Y en vez de estar calladito y disfrutar del paisaje, te pones a dar el coñazo con tus memeces de dinosaurios, y a ponerme de los nervios mientras conduzco con la puñetera canción del diplodotus! ¡¡Estoy harto de esa canción!!

- La canción del diplodocus. Di-plo-do-cus, no diplodotus. Diplodocus, del Jurásico superior de Norteamérica. Más de 30 metros de largo. Hay varias especies: Diplodocus longus, Diplodocus carnegii, Dip

- ¡¡QUE ME DA IGUAL!! ¡¡Me importa un pito!! ¡Tenemos que estar todo el día soportando tus dino-chorradas! Nos llevas al cine a ver películas de dinosaurios, nos obligas a ver documentales, nos arrastras a exposiciones de muñecajos robóticos cutres… Te pasas el día entero hablando de tiranosaurios, velocirraptores y plumas. ¿Cómo van a ser mínimamente interesantes si ahora resulta que parecían gallinas?

- “¡A mí no me da miedo! ¡Se parece a un pavo de dos metros!”.- María intentó relajar el ambiente.

- No ayudas.- cortó Marcos.

- Lo siento.

- ¿Lo ves? ¿LO VES? ¡Si sabe Parque Jurásico por tu culpa! ¡María, Gon y yo tenemos que estar tooodo el día aguantándote! ¡Invito a un colega del curro a este viaje, y va a pensar que eres idiota!

- No, no, si yo no pienso nada, de verdad… - Toni, el susodicho compañero del trabajo, no sabía dónde meterse.

- Y esta es la última. Organizamos un recorrido en coche por Europa, ¡y no sé ni cómo nos terminas convenciendo para que lo primero que veamos al llegar a Berlín sea el museo de historia natural! ¡¡Si es que somos memos!!

- Era la mejor manera de aprovechar el tiempo.

- ¡No, si no fuéramos al dichoso museo! ¡Así que por lo menos compórtate un poquito, y deja de tocar los huevos!

- Madre mía, cómo te has puesto, ¿no? – Alberto intentó echarle cara para rebajar el cabreo de su amigo- No es mi culpa, la canción es de Rocío Dúrcal.

- ¿¿Pero tú eres tonto??

Alberto forzó un poco más.

- Eso es la amistad, ¿no? Apreciar a tus amigos y compañeros, a la gente que está a tu lado, con todas sus virtudes y defectos, igual que ellos aguantan los tu…

- ¡¡Cállate!!

De nuevo hubo unos segundos de silencio dentro del coche. Alberto y Marcos se aguantaban la mirada; María, Gon y Toni, por su parte, habrían dado lo que fuera por no encontrarse en ese momento allí. Al fin, Alberto bajó la mirada.

- Está bien. Yo… lo siento. Supongo que sí, que a veces me puedo poner muy pesado. Intentaré comportarme.

- Estupendo. Vámonos.

Marcos se dio la vuelta y arrancó. El coche se puso de otra vez en marcha y continuó atravesando frondosos bosques. Aunque hubo varios intentos por recuperar el buen ambiente, lo cierto es que la situación fue mucho más incómoda durante lo que restó del viaje hasta Berlín.

***

Ya empezaba a caer la tarde cuando aparcaron delante del Museo de Ciencias Naturales de Berlin. Los cinco viajeros salieron del coche entumecidos y cansados, y dedicaron unos instantes a estirarse exageradamente. A continuación, sin sacar el equipaje del maletero, se dirigieron perezosamente al interior del edificio.

Alberto, por supuesto, era la excepción: aunque no decía una palabra desde un par de horas atrás, miraba a todos lados con avidez, con un extraño brillo en los ojos, y caminaba a pequeños saltitos. Marcos se acercó a él tras sacar las entradas.

- Bueno, aquí estamos por fin. El puñetero Museum für no sé qué.- le dijo mientras entraban al hall principal.

- Berlin Museum für Naturkunde.

- Espero que después de esto dejes de dar el coñazo. Ya puede merecer la pena, porque…

Marcos enmudeció. Se encontraban en una gran sala llena de esqueletos de dinosaurios, presidida por los restos de un gigantesco animal. El grupo entero miraba extasiado hacia arriba, a una pequeña cabeza que se encontraba a más de 10 metros por encima de ellos, en lo alto de un larguísimo cuello que parecía querer alcanzar las nubes.

- Jamás… imaginé que pudieran ser tan grandes. A ver, uno ve películas y eso, pero esto…- Gon ni siquiera terminó la frase. Solo podía seguir mirando hacia arriba, maravillado.
- Sí… esto es algo completamente distinto.- completó Toni.

- ¿Qué es? ¿Un brontosaurio?- preguntó María.

- Un braquiosaurio.- corrigió Alberto escuetamente.

María, Gon y Toni comenzaron a caminar lentamente sin dejar de observar al dinosaurio: su descomunal altura, su longitud, los robustos huesos de sus patas, su impresionante caja torácica… Después, poco a poco, empezaron a fijarse en los esqueletos de los demás animales que había en el pabellón.

Marcos y Alberto, por su parte, seguían quietos a los pies del braquiosaurio, sin apartar los ojos de la pequeña cabeza.

- Vale… Lo reconozco: tenías razón, esto es increíble… Perdona.- se disculpó Marcos.

- No, no. La verdad es que me puedo llegar a poner muy plasta.

- Aun así… Lo siento.

- También yo.

Los dos amigos se sonrieron. Marcos palmeó la espalda de Alberto.

- Así que un braquiosaurio, ¿eh?

- Técnicamente Giraffatitan, pero sí, un braquiosaurio.

- Ajá.- asintió Marcos con guasa. Luego añadió- Es impresionante. ¿Te imaginas las vistas que habría desde ahí arriba?

- Mejor todavía: imagínate toda una manada de estos bichos, con todo su músculo, su grasa, sus toneladas y toneladas de peso. Individuos más jóvenes, más pequeños, y enormes adultos. Todos mirándote desde lo alto, caminando lentamente, haciendo retumbar el suelo con sus patazas.

- ¡Fiuuuu!- silbó Marcos impresionado.

Unos instantes de silencio.

- ¿Y estos tenían plumas?

- No, no creo que estos tuvieran plumas.

- Mejor.

- Al menos, no demasiadas. Aunque es posible que…

María llamó a Alberto.

- ¡Alberto! ¡Mira! ¡Este es un diplodocus! Lo pone aquí: Diplodocus carnegii.

Alberto no llegó a acabar su frase y, dejando solo a Marcos, corrió hacia el diplodocus.

- ¡Hu-hi! ¡Hu-ha! ¡Yo tengo un diplodooocus que acabo de cazar!

- Ya estamos otra vez…

MR. TEMPLE (Carlos de Miguel)


Otro veterano del Certamen Literario Koprolitos es Carlos de Miguel, que participó este año con este relato en el que destaca el guiño que hace a la canción del Diplodocus de Rocío Durcal. Ya hablamos de ella por aquí en su versión de Los Relámpagos. A Carlos ya le he hemos podido leer anteriormente en Koprolitos con sus relatos "Dinosaurios en la niebla" y "Benditas icnitas". ¡Gracias por participar Carlos!

viernes, 24 de enero de 2014

La guerra de los huesos de Matt Hammill

Matt Hamill es un ilustrador, animador y diseñador de videojuegos de Toronto (Canadá), que según él mismo, creció en los 80 dibujando los personajes malencarados que protagonizaban sus juegos de ordenador y buscando huesos de dinosaurio en su jardín. En su carrera profesional ha trabajado para Konami, Hasbro, JibJab, Molson, Kids Can Press o Guru Studio entre otros. Su pasión por los dinosaurios le llevó en 2009 a reflejar "La Guerra de los Huesos" de Marsh y Cope bajo su particular punto de vista:





jueves, 23 de enero de 2014

Una piedra en el camino (Juan José Tapia)

Era la misma calle, la misma acera, los mismos comercios que abrían sus puertas a ella, pero algo era distinto. Alzaba la vista para encontrar la ropa tendida en los balcones; todo apuntaba a que la vida seguía su curso, pero algo había cambiado, aunque haría mal en buscarlo allí fuera. Era yo. La persona que aquella mañana había realizado el recorrido inverso, camino de la fábrica, no presentaba el aspecto taciturno del hombre que arrastraba sus pies sobre el pavimento, como si una pesada losa hubiese sido depositada sobre sus espaldas.

Cada paso me acercaba un poco más hasta el lugar al que no deseaba llegar, aunque mis pies poco sabían del nudo que atenazaba mi garganta, ni del mal que aquejaba a mi corazón. Recordaba haber oído en un documental de La 2 que algunos investigadores aseguraban que los diplodocus tenían un corazón adicional en el cuello. Entonces no le vi la utilidad, pero ahora les envidiaba; uno de repuesto no me habría venido mal.

Sabía que encontrar una nueva ocupación resultaba poco menos que una hazaña, una tarea más propia del mítico Hércules. No era un pensamiento que hubiese contaminado mi mente a la vista del panorama en que nos había tocado vivir, sino una verdad que ya había experimentado en primera persona; sólo unos meses me separaban de aquel momento, pleno de alegría, en que llevé la felicidad hasta mi hogar en la forma de un contrato de trabajo. Sólo unos meses, pero ahora parecía tan lejano...

Agotado el subsidio, aquella oportunidad devolvió el sentido a mi existencia, y la esperanza a mi familia, a la que ya veía abocada a sufrir la mayor de las penurias. Sin embargo, la realidad había vuelto a alcanzarme, y con ella una amarga carga de obligaciones a las que no podría hacer frente.

Sí, fui yo quien pidió a Pilar que dejase su trabajo en el bar. No me gustaban las miradas que le dirigían los otros hombres, y nunca quise escuchar sus razones. Era posible que ella estuviese en lo cierto, que viviese anclado en la época de mis abuelos, pero siempre consideré que, como esposo y padre, era el responsable de poner la comida en los platos que ocupaban nuestra mesa. Tan sólo ahora comenzaba a ser consciente de lo absurdo de mis planteamientos, pero quizás era ya demasiado tarde para buscarle remedio.

Creí en las promesas de estabilidad cargadas de buenos propósitos y adornadas con catorce pagas, y dejé que la ceguera de los celos me indujese a pedirle que dejase su empleo. Luego, todo se convirtió en humo, y como tal se escapó entre mis dedos, incapaces de preservar el futuro que había imaginado para los míos.

Siempre deseé que mis hijos estuviesen orgullosos de su padre pero, ¿qué podía ofrecerles yo ahora? Tan sólo el mal ejemplo de un machista recalcitrante, alguien que había permitido que sus estúpidas ideas arruinasen la vida de quienes más le importaban en el mundo. Ese era yo, y no me gustaba en qué me había convertido.

Cuando el camino que llevaba me condujo junto al río, observé las aguas desde lo alto del puente, y un siniestro pensamiento cruzó mi mente. Aunque tuve la sensación de haber permanecido horas enteras con la mirada clavada en el líquido que discurría debajo de mí, sabía que habían sido tan sólo unos segundos de vacilación, de dudas que me llevaron a plantearme lo impensable, la salida más cobarde a mis problemas.

Me esforcé por evitar que mis lágrimas pudieran ser vistas por aquellos con quienes me cruzaba en mi camino al calvario, pero me sentía un ser rastrero por el mero hecho de haber prestado un espacio en mi conciencia a aquel pensamiento. Tal vez habría supuesto el fin de mi penar, pero habría significado ignorar por completo lo que el destino le tenía reservado a mi familia, y eso me convertía en un ser miserable.

Introducir la llave en la cerradura requirió por mi parte el empleo de buena parte de la energía que había procurado reservar para hacer frente a la escena que me aguardaba en casa. El modo en que mis dos hijos se abalanzaron sobre mí tan pronto como intuyeron que papá acababa de llegar, hizo que por un instante recordase lo que significa sentirse amado, aunque el sentimiento no tardó en mudar en pánico; pánico a no ser capaz de alimentarlos, de vestirlos, y de proporcionarles todo aquello que mis padres me dieron a mí. Me sentía vacío, y me odiaba desde lo más profundo de mi alma.

El más pequeño, que apenas había cumplido los cuatro años, me tendió una hoja de papel en la que había dibujado a toda la familia. No me costó reconocerme en un monigote que sujetaba una llave inglesa en su mano. Pensaba que había agotado cuantas lágrimas me habían sido concedidas en esta vida, pero una vez más, estaba equivocado.

Encontrar los ojos de Pilar, que me observaba desde la puerta del comedor, supuso una prueba que no había contado con superar. Eran demasiados los años que habíamos compartido para que una mirada no hiciese innecesarias las palabras. Pude ver en sus ojos que lo sabía.

Mientras me abrazaba sentí que me rescataba del profundo pozo en que me había hundido.

-No te preocupes —me dijo empleando ese tono que me enamoró cuando la conocí—. Mañana también amanecerá.

GALIANORTE / WASOON CHUMBEY (Juan José Tapia)


Juan José Tapia, ganador del certamen anterior, ha vuelto a participar en la edición de este año con este relato. Esperamos seguir contando con su presencia en ediciones venideras.

¡Gracias Juan José!

miércoles, 22 de enero de 2014

Mazza Dino


El centro comercial Mazza Gallerie y el cine K-B Paris Theater de Washington DC (Estados Unidos) contactaron a finales de los 80 con los realizadores John R. Ellis y Dan Taylor para que idearan un cortometraje que precediese a cada película que se estuviera proyectando. En el corto, debían mostrar las bonanzas tanto del centro comercial como del cine y para ello, eligieron para protagonizarlo a un dinosaurio al que llamaron Hector.

martes, 21 de enero de 2014

Dulce vendetta (Alberto V. Aguilera)

El humo del cigarro se mezclaba con la atmósfera agobiante del callejón.

- Apágalo, está al caer.

Tsaagan procedía a aplastarlo con sus flamantes bambas mientras su compañera metía las manos en cada bolsillo de la chupa comprobando que no faltaba nada.

- Ya lo hice antes de salir de casa, Mei. Está todo. -aseguraba mientras se pasaba el índice rápidamente bajo la nariz.

- Lo que hacemos es arte. No podemos dejar nada al azar -dijo mientras terminaba con el último bolsillo, bien escondido éste.

Tsaagan la miró, curioso.

- Pensé que era justicia. Así al menos lo asegura el Dr. Holtz.

Mei sonrió dulce y malévolamente. “También”, susurró.

A través de la apestosa neblina que emanaba de cada apestosa alcantarilla de la apestosa ciudad que nos ocupa ahora, se vislumbraba una sombra. Una apresurada sombra que se dirigía a ellos sin saberlo.

Era un hombre con gabardina, maletín y, bueno; la vestimenta y apariencia de rigor de cualquier hombre con prisas que atravesara una callejuela en dirección a un importante simposio de ciencias en un ambiente de película de cine negro.

- Conque tomando un atajo, ¿eh?

- ¿Quién…? -comenzaba el hombre cuando los fuertes brazos de Tsaagan rodearon los suyos impidiéndole escapar.

- Eres Fed Alanuccia, ¿cierto? El grandilocuente profesor. Un ejemplo para todos. - La mujer que hablaba se adelantó y pudo verla en su totalidad. Una belleza de largas piernas, pelirroja, con un grueso mechón cubriéndole un ojo. Desde luego era un espectáculo.

- S-sí, soy.... yo -articuló finalmente el profesor Fed.

- ¿Reconoces ser uno de esos idiotas BANDits? -preguntó Tsaagan.

Esas palabras lograron sacar al ilustre Fed de su ensoñación pelirroja.

- ¿¿Cómo?? ¿¿De eso va todo esto?? ¡¡Sois escoria y no os tengo miedo!! ¡Jajajaja! Hoy vi a uno de vuestros queridos dinosaurios redivivos. Sí, ¡una paloma que picoteaba un grumo repugnante pegado a la calzada! ¡Qué pena que la espachurrara un lindo Chevrolet! ¡Corred, llevaos sus restos a algún idiota paleontólogo para que afirme que es un hallazgo revelador de la evolución de los dinosaurios. ¡Adelan…! -calló obedientemente cuando vio que la chica se abría la cremallera de la chupa mostrando…

- No… ¿Tú,… vosotros? No, por favor, por favor, sé lo que nos hacéis. Dejadme ir, perdonad todo lo que he dicho. ¡Por favor!

- Qué atrevida es la ignorancia. Te atreves a burlarte de toda y cada una de las evidencias científicas que los paleontólogos descubren, estudian y publican con mucho esfuerzo. Pero claro, es lo que sois. Idiotas, aneuronados, encefalogramas planos que negáis las evidencias, que os meáis sobre la enorme tarea de personas con más neuronas que vosotros. ¡BANDits, el grano en el culo de todo paleontólogo y paleofriki que se precie! –La furia de la chica era palpable.

Con la boca abierta cual cocodrilo al sol matinal el profesor observaba ojiplático lo que Mei guardaba bajo su chupa para ocasiones especiales: Una camiseta roja con un Diplodocus que, mirando enfurecido un desfile de dinosaurios (no avianos y emplumados, por supuesto), gritaba “¡Yo también quiero plumas!”. El despiporre, para cualquiera que no sea un Bandit, claro; y la seña de identidad de un grupo autodenominado The Featherillion que se dedicaba a asaltar a esta pobre gente nesciente y les tatuaba una hermosa pluma en la frente a modo de venganza.

Las víctimas, con unas dosis saludables de imaginación, hablaban de un súcubo de pelo ígneo, unas piernas larguísimas, perfectas, y una camiseta hortera. ¿Su nombre? Mei Pesadilla Roja, Mei La Que Marca; o, simplemente, La Pluma Roja (aunque la tinta que usaba en su arte era siempre negra).

Y así, el profesor Fed Alanuccia, con la gabardina bajo el brazo, el cuello de la camisa suelto, sudando a mares, nervioso,… humillado, y con un hermoso recuerdo plumífero en la frente, abandonó el callejón y se dirigió, no hacia el simposio, sino de vuelta a la estación; y de paso por una sombrerería que había cerca.

Quienes abandonaban también la dichosa calle eran Mei y Tsaagan, ambos sonrientes.

- Después de esto podría imaginar que eres Paul Sereno y echarte un polvo. -Mei miraba a su compañero, divertida y lujuriosa.

- ¿Quieres imaginar que soy un fósil…

- …excelentemente preservado? Es una deliciosa tentación –agregó la pícara.

- No hace falta ese tipo de excusas entre nosotros, ¿verdad?

- No, sólo un sofá bajo techo y música de Ray Troll.

La pareja se alejaba ya del lugar de los acontecimientos. Sobre el alféizar de una ventana desvencijada, de un edificio desvencijado, de una esquina recién restaurada, un cuervo con tres ojos había observado, con sumo interés, toda la escena de principio a fin…

Pero, bueno, eso es ya otra historia con derechos de autor de por medio.

REKUZZA (Alberto V. Aguilera)


Un nuevo relato de los que se presentaron al Tercer Certamen Literario Koprolitos. Alberto V. Aguilera debuta en el certamen con un relato que contiene numerosos guiños a científicos, películas o libros... Esperamos que se anime a participar el año que viene.

lunes, 20 de enero de 2014

Tiranosaurio Sex (Rabo con Almejas)

Las extremidades anteriores no eran lo único que el tiranosaurio tenía pequeño... Según esta página de Álvarez Rabo publicada en el álbum "Rabo con almejas" (La Cúpula, 2010).

viernes, 17 de enero de 2014

Llegan con el viento (Loli González Prada)

Hace horas que la noche cubrió está parte del mundo.

Las mismas horas que el viento lleva retorciendo sin duelo los árboles hasta doblegar sus ramas que barren la tierra sucia de hojas, y vistiendo los jardines de papeleras arrancadas que ruedan hasta quedar atrapadas bajo los vehículos. Los pájaros se han quedado afónicos tratando de piar más fuerte de lo que el viento sopla, y los perros aúllan ateridos de frío acurrucados en sus lechos. Esta noche Morfeo nos ha dejado en vela incapaz de pasar los linderos.

“En mi caso no me importa ─ pensé, poniéndome la chaqueta más gruesa que tenía en el armario.”

Desde el día en que descubrí lo que había en el lago, las noches en que el viento se colaba evadiendo montañas y sorteando edificios, sé que los voy a ver, y casi en silencio subo a mi vehículo y me dirijo a las montañas.

Las farolas de la calle están apagadas, y mi vehículo es el único que pone luz a la noche. Algún hogar está iluminado de tenues luces, pero nadie se atreve a salir. Tomé la carretera de las montañas observando los montes donde se ven pinos, carrascas, enebros y quejigos.

Me siento inquieto e ilusionado, no puedo evitarlo, a pesar de que está va a ser la quinta vez en la que los voy a ver.

Tiempo atrás en estas tierras se cultivaba azafrán y viñas, pero hace mucho que cobijan sólo hierba que nace libre. Dejo atrás maizales, girasoles, campos de hortalizas, alfalfa y cereales, y cuando el lago se muestra ante mí, apenas quedan minutos para que el amanecer despunte en todo su esplendor. No veo ningún ave revolando las tierras, sin embargo, si fuera de día me cruzaría con algún buitre, águilas, grullas o fochas, incluso zorros, corzos, gatos monteses, tejones, comadrejas, jabalíes o conejos que se dejarían ver a los lados de la carreta, pero todo es silencio, porque saben que ellos se acercan.

Detengo mi vehículo a los pies del lago y me bajo sin molestarme en cerrar la puerta. Llego a tiempo de ver como el agua va bajando de nivel hasta casi desaparecer absorbida por la tierra, y la belleza de lo que veo me corta el aliento, pues ante mí se yerguen treinta figuras imponentes de diplodocus cubiertas de una gruesa capa de sal. Los diplodocus, son los animales más largos que han existido en la tierra y la prueba la tengo ante mis ojos. Sin peces que los molesten, y ocultos por el lecho cristalino, se han conservado a lo largo del tiempo, y gracias a mis desvelos, los descubrí una noche de viento en que el agua del lago desapareció haciéndolos emerger.

Un barco, una iglesia, varias casas, y diversos animales crean un cuadro de perfectas pinceladas en albino.

Los ojos de los diplodocus brillan al ser sorprendidos por el naranja del incipiente amanecer.

Un sapo mira incrédulo el fondo del lago. No sé cuánto tiempo estoy sin inmutarme y para cuando reacciono, el agua comienza a salir de los torrentes subterráneos cubriendo poco a poco las figuras. Ocupo mi asiento frente al volante cubriéndome con una manta, y espero pacientemente a que llegue el amanecer para que nuestro secreto quede nuevamente oculto, y cuando esto sucede, al fin me duermo.

LIDIA GOPRA REAL (Loli González Prada)


Entre los relatos presentados al Tercer Certamen Literario Koprolitos, destaca este de Loli González Prada, que también repite, ya que el año pasado participó con "16:40, descubriendo icnitas y el sexo". ¡Gracias Loli!

jueves, 16 de enero de 2014

Low - Dinosaur Act

Low es una banda originaria de Duluth (Minnesota, Estados Unidos) formada en 1993 por el cantante y guitarrista Alan Sparhawk y por la cantante y baterista Mimi Parker, que son pareja. El puesto de bajista ha ido variando a lo largo de la trayectoria del grupo, y en la actualidad es Steve Garrington. La música de Low se caracteriza por su minimalismo y sus tempos lentos y sosegados, y hasta el momento han grabado diez discos de estudio. Además, han editado otros tantos EP's y casi veinte singles. Entre ellos, este "Dinosaur Act".

Esta canción se incluyó en el single de mismo nombre publicado en 2000, y posteriormente fue incluido en el disco "Things We Lost in the Fire" de 2001 bajo la producción de Steve Albini. La expresión "dinosaur act" se puede traducir como una acción que se ha estado haciendo durante tanto tiempo y/o que se ha repetido con tanta frecuencia que acaba perdiendo su efecto. Ahí lo dejo:



La letra es la siguiente:

You and your daughter
and your father
flew airplanes

You and your sister
can tell by the back of her hands

It was a dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act

After expenses
and pulling up fences
no more airplanes

And putting your foot down
a nail shot up like a bright red snowflake

Just like a dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act
dinosaur

ooo...

And all through the dust
you feel that you must hear the strings of a dove

But it's a dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act
dinosaur act
dinosaur


Me la descubrió Mauro. ¡Gracias!

miércoles, 15 de enero de 2014

F=Gm1m2/r2 (Mauro García-Oliva)

Asomado a la mínima ventana de su camarote, el señor Marsh echó un último vistazo al cielo ecuatorial, solo para confirmar que, efectivamente, en él no había nada sino crepúsculo y una suerte de calima que le confería al horizonte cierto aire de ensoñación. Esta ausencia cotidiana, no hizo sino confirmar que la decisión que había tomado unos meses atrás era la adecuada, por no decir irremediable. En cualquier caso, se dijo, sería absurdo no disfrutar de la deliciosa temperatura, la brisa y, por qué no, de la agradable compañía durante la cena que comenzaría en apenas unos minutos. Se encaminó a la popa del barco donde a buen seguro sus accidentales compañeros de mesa le estaría ya aguardando. Mientras atravesaba el barco se preguntó con un asomo de vergüenza si habría hablado demasiado la noche anterior ¿quizá el ambiente distendido, el vino o el suave mecerse en aquel mar caribeño le habrían jugado una mala pasada? ¿acaso importaba? No se arrepentía de haber abierto aquella pequeña grieta hacia el interior del mundo que él mismo representaba, pero sí sentía cierta curiosidad sobre si realmente sus contertulios habrían entendido la exacta naturaleza de lo que les había sido mostrado… ¿cómo podría haberlo explicado mejor? Ni él mismo sabía a ciencia cierta cómo se había generado ¿Había habido algún desencadenante? No, por lo que podía recordar. Sencillamente, un día, al despertar, el dinosaurio estaba allí. Y a la mañana siguiente, cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, en el lugar donde permanecía hasta el día de hoy más de cincuenta años después. No era tan raro a pesar de todo y fue ese punto, precisamente, el que con más fervor había defendido la noche anterior durante la cena. Según las opiniones expresadas por todos los presentes a nadie extrañaba ya oír hablar de personas que siendo de un sexo sentían que pertenecían al otro. O de aquellas que habiendo nacido con un color de piel se encontrarían más a gusto con el opuesto. Entonces ¿por qué su caso habría de parecer tan distinto? ¿Por qué habría de ser algo incomprensible sentirse otra especie, sentirse dinosaurio, sentirse “ser” concretamente y por completo diplodocus? No encontraba el motivo. En su caso, además, esta pertenencia a otra categoría no le había hecho excluyente. Respetaba por completo cualquier otra forma de vida en su sentido más amplio y por lo tanto no concebía la posibilidad de que otros no lo hicieran con los que como él, en realidad, pertenecían a otra aunque fuera de otro tiempo. Pero a pesar de no sentirse mejor que nadie eso no le impedía apreciar objetivamente las ciertas ventajas que le había conferido su particular condición. Y es que la presencia de esa mole interior le había dotado de varias cualidades muy positivas, como la de poseer una enorme confianza en sí mismo que se transmitía a su andar sosegado o su carácter afable sin ser condescendiente o excesivamente paternalista. Por otra parte, a lo largo de su existencia, había permitido que aquel enorme ser que él era absorbiera como arenas movedizas todos los daños a los que uno se exponía inevitablemente por el simple hecho de estar vivo. Objetos realmente pesados como la culpa, la decepción o todas las frustraciones que orbitaban alrededor de sus días iban cayendo por fuerzas físicas elementales en el campo gravitatorio de ese objeto supermasivo que su yo representaba hasta que caían en él y se desintegraban, a diferencia de otras que con menor masa permanecían girando en torno a su ser en forma de esperanzas. Pero no todo había resultado fácil, sin embargo. Detalles como su necesaria alimentación dual (su yo físico necesitaba carne mientras que su yo espiritual solamente deseaba rumiar helechos) le habían dado serios quebraderos de cabeza, que tuvo que resolver con imaginación y paciencia, que le llevaron, por ejemplo, a recortar enormes filetes con la forma de hojas, alcanzando así un compromiso que le pareció hasta cierto punto razonable. En definitiva había podido resolver todas las pequeñas trabas surgidas durante sus casi sesenta años de vida. Una vida que consideraba plena y feliz. Y pese a ello, sin poder evitarlo, desde hacía meses su mente volvía cada vez con más frecuencia a pasear por los antiguos paisajes. Más fuerte que la fuerza gravitatoria, la del tiempo parecía arrastrarlo en una especie de sumidero en cuyo lejano vértice podía vislumbrar los viejos colores, oler los conocidos aromas de su otra época… ¿añoraba él aquél pasado o era por el contrario el pasado quién notaba su ausencia y le reclamaba? La situación, con el paso de los meses, se había hecho insostenible. Afortunadamente la solución se había presentado por si sola cuando hojeando una revista de viajes le llamó la atención la gran oferta del crucero por el Caribe. Y allí estaba, a tan solo unas pocas horas del reencuentro. Se preguntó por un momento qué pensarían los demás pasajeros tras su partida ¿sospecharían siquiera su destino? ¿su tiempo al menos? Quizá únicamente las personas que compartían mantel con él podrían adivinarlo. Sólo hacían falta unas nociones básicas sobre paleontología al fin y al cabo ¿Cómo sería, se preguntó mientras entraba ya en el comedor iluminado con velas, caer al encuentro con aquél núcleo, aunque sólo fueran unos escasos fragmentos? Asumió con ironía la escena que se produciría a la inversa de como había sucedido 65 millones de años antes. En el comedor la anciana señora Brighton le hacía señas desde la mesa con gestos apremiantes. El señor Álvarez, dueño de una importante compañía de transportes, le miraba con gesto impaciente denotando su desagrado por el retraso. El señor Marsh se sentó a la mesa dedicando una amplia sonrisa a los presentes.

- Buenas noche a todos.

- Sr. Marsh tengo novedades que le van a entusiasmar- se apresuró a decir la Señora Brighton mientras le miraba con ojos sonrientes.

- ¿Adivina por dónde navegaremos mañana al mediodía?

- No tengo ni la menor idea señora Brighton ¿por dónde?

- Chicxulub - pronunció el nombre en un susurro mientras se inclinaba hacia el señor Marsh.

- ¿Chicxulub?

- Claro, ya sabe. Vamos no se haga el tonto conmigo señor Marsh. Ya soy lo bastante vieja como para no andar con tonterías.

El tono de reproche hizo sonreír al señor Marsh, pero no dijo nada. Justo en ese momento los camareros comenzaron a servir la cena lo que le dio un momento de respiro. La señora Brighton le escrutaba en silencio mientras esperaba que esa molesta interrupción cesara y los camareros les dejaran tranquilos. Cuando finalmente se fueron, la señora Brighton acercó aún más su rostro al del señor Marsh.

- El Cráter- dijo en un tono aún más leve.

- ¿El Cráter?

La señora Brighton asintió en silencio con una sonrisa cómplice.

- El Cráter…- murmuró el señor Marsh con la mirada perdida en alguna tierra remota que sólo él podía ver.

- Muy interesante señora Brighton. Muy interesante…- dijo el señor Marsh mientras pacientemente recortaba su filete con una curiosa forma de hoja y sentía que poco a poco se acercaba a casa. A su hogar.



Mauro es un fijo en el Certamen Literario Koprolitos y es la única persona que puede presumir de haber participado en las tres ediciones. En la primera edición presentó el relato "Coprolitos", y el año pasado "Uno más". Echadle un vistazo a su twitter aquí.

martes, 14 de enero de 2014

Dinosaurios del Pistoceno


El número cinco del fanzine Vesania incluye un artículo de Nachonal Yografis sobre criaturas prehistóricas de la Región de Murcia tales como el Triplodocus, el Cabrontosaurio, el Mastodonte y el Menostodonte. En su web podéis descargaros por la patilla todos los números de este divertidísimo fanzine, o pillarlos en papel por cincuenta céntimos de nada el ejemplar escribiendo a info@vesania.net

lunes, 13 de enero de 2014

El regalo (Christine Andrés Moreno)

El paquete no tenía remitente ni dirección reconocible. Lo había recibido un par de días atrás pero le había pillado en mal momento y lo había olvidado sobre la mesa del comedor. Era una caja de cartón de color marrón de unos treinta por treinta centímetros, y un espesor de unos diez, no pesaba mucho y si la removías, algo bailaba en su interior golpeando las paredes con ruido amortiguado. Luisa fue a la cocina a buscar unas tijeras para cortar la cinta adhesiva que unía las solapas, y las separó con cuidado. Sacó un revoltijo de papel de burbujas, que fue sajando despacio, mientras disfrutaba de las pequeñas explosiones parecidas a las de las palomitas de maíz.

El regalo era un cuadro pequeño, con un holograma que representaba un cráneo alargado, como de galgo, pero los dientes eran muy extraños, largos y muy juntos y salientes. No pudo reconocerlo, pero venía firmado. Por lo visto, Andrés había decidido hacer las paces con un regalo, aunque fuera tan extravagante como ese. De todas formas no iba a perdonarle tan fácilmente, esperaría otra señal, una llamada, con las disculpas que merecía.

Lo colgó en una pared del salón, en un rincón discreto, tampoco es que fuera un Picasso, y se olvidó de él durante tres días, absorbida por las jornadas de oficina sin fin y las noches de pecadillos inocentes de realities televisivos esperando la llamada de Andrés que no llegaba.

Al cuarto día, al ir a regar el ficus del rincón, le pareció de repente que el cráneo parecía distinto. Se acercó al cristal, estaba más hinchado, pero tampoco es que se hubiera fijado tanto cuando lo colgó, la memoria le debía de haber jugado una mala pasada. No le dio mayor importancia, y además llegaba tarde al trabajo, así que salió corriendo de casa. En el primer escalón del portal, ya se había olvidado del cuadro.

Cuando volvió por la tarde, recordó la anécdota y se rió mientras se acercaba a mirar el cuadro. Pero esta vez no tenía dudas, el hueso estaba cubierto por una fina capa carnosa, el blanco lechoso se había vuelto ligeramente rosado, como una pata de corderito preparada para asar. Lo descolgó y lo apoyó contra la pared sobre la cómoda del dormitorio, donde estuviera bien visible. No había dudas, o tenía truco, o estaba alucinando.

Lo primero que hizo al acostarse fue vigilar el cuadro de reojo, y al levantarse la primera mirada fue para la cabeza alargada de perro mutante, pero no parecía que hubiera habido cambios importantes, y sólo fue a inspeccionar un par de veces, bueno quizá un poco más, pero para alguien como ella, quizás un ligeramente obsesiva, era prácticamente como ignorarlo.

Por la mañana en la oficina, sin embargo, le volvió a la cabeza, y empezó a investigar, bendito internet. Primero repasó los perros, pero ningún cráneo coincidía, aquella mandíbula era totalmente diferente de las fauces destroza-carne del mejor amigo del hombre. Con aquellos dientes curvados y finos, era imposible despedazar una presa, pero entonces, ¿qué era? ¿Una cabra quizás? ¿Algún animal exótico africano que rumiaba hierbajos de la sabana? Tampoco recordaba que hubiera rastro de cuernos, así que esa línea quedaba cortada.

Cuando iba a abandonar las pesquisas, se le ocurrió investigar únicamente los cráneos e hizo un último intento: “cráneo animal alargado” y entre los millones de resultados de imágenes, uno llamó su atención: “grandes saurios”. Hasta ahora no se había ocurrido que pudiera ser un animal prehistórico. Excitada por el descubrimiento entró en la página. Le desanimó ver cuantos tipos de dinosaurios había, descartando los que conocía, triceratops, tiranosaurio, y poco más, cortesía de “Parque Jurásico”, iba a tardar un rato largo en revisarlos todos. No tuvo, sin embargo, que rebuscar mucho, en la letra D estaba la clave: DIPLODOCUS. Un gigante simpático de cuerpo colosal y cabeza minúscula.

Se le hizo interminable la jornada, los informes quedaron apilados sobre la mesa, olvidados, tenía ansiedad por llegar a casa y comprobar si había acertado o no, así que cogió un taxi para llegar a casa lo antes posible. Al colocarse frente al cuadro vio, súbitamente inquieta, que la carne empezaba a coger un tono grisáceo y que unos ojillos redondos la vigilaban y seguían sus movimientos. Desmontó el marco, pero no había ningún mecanismo que pudiera justificar el cambio.

Cenó delante del animal, mirándolo fijamente esperando un gesto, pero no hubo nada. Llegó la hora de acostarse, pero el sueño no aparecía por ningún sitio. Se tumbó dándole la espalda, pero un cosquilleo en la nuca no le daba tregua. Finalmente, sobre las cinco de la mañana, le venció el cansancio y se quedó dormida. Se levantó embotada, como si hubiera dormido una eternidad, era sábado y no había puesto el despertador. Se giró hacia la cómoda. No había cuadro.

Se concentró, la recepción del cuadro, toda la semana, empezaban a disolverse como un sueño. ¿Qué día era? No lo recordaba. Y se dio cuenta. ¡Todo había sido un sueño! No había habido cuadro, ni dinosaurio. Se sintió aliviada y fue a levantarse.

Y entonces lo oyó, un ruido pesado en el salón, a través de la puerta vio un ficus desnudo, sin hojas, y atravesó la pared un olor a ciénaga fantasmal...

PÚRPURA (Christine Andrés Moreno)


Este ha sido el relato ganador del Tercer Certamen Literario Koprolitos. Su autora, Christine, ya participó en la edición anterior y además tiene un blog propio donde pueden leerse más relatos suyos.

¡Felicidades Christine!

Resultado del Tercer Certamen Literario Koprolitos

Tras finalizar el plazo de entrega de trabajos para el Tercer Certamen Literario Koprolitos el pasado 22 de diciembre, un distinguido jurado ha estado escrutando los relatos participantes y reflexionando sobre el resultado del certamen. Como todos los años, antes de dar a conocer al ganador de esta tercera edición estaría bien comentar algunos datos. Parece que la participación continúa creciendo, y el número total de relatos recibidos ha sido diez. Estamos realmente contentos por esta cifra y por la calidad de los textos.

Como he explicado en ediciones anteriores, la mecánica del certamen ha sido la siguiente: los participantes me enviaban sus relatos firmados con un seudónimo; yo conocía la verdadera identidad de cada uno, pero no formaba parte del jurado y tan solo me limitaba a coordinar a un jurado de cinco personas (que no han hablado entre sí y que no conocían la identidad real de los participantes) para que me dijesen que dos relatos (por orden de preferencia) entre los diez les habían gustado más. Al primero de ellos, se le otorgaban tres puntos y al segundo, un punto. Los miembros del jurado han sido El Turtle, Super Bock Esponja, Harryhausaniano (todos ellos relacionados con la paleontología), Prehistosaurio y Be Winning (estos dos últimos sin relación profesional con el mundo de la paleontología). A continuación podemos ver una instantánea del jurado en un banco del parque situado cerca de las instalaciones de Koprolitos Entertainment:

De izquierda a derecha, de arriba a abajo, Prehistosaurio, Be Winning, El Turtle,  Harryhausaniano y Super Bock Esponja descansan tras duras deliberaciones.

De largo, en este certamen se han dado las votaciones más reñidas, y hasta el último momento había varios relatos que podían ganar. Al final, sumando todas las valoraciones, se ha obtenido el veredicto del jurado del Tercer Certamen Literario Koprolitos, que ha dado como ganador al relato:


Sin embargo, también es de recibo destacar los siguientes relatos, debido a su valoración favorable por los miembros del jurado:

"F= Gm1m2/r2" de Freemen (Mauro García-Oliva).
"DULCE VENDETTA" de Rekuzza (Alberto V. Aguilera).
"LLEGAN CON EL VIENTO" de Lidia Gopra Real (Loli González Prada)

Esta tarde se publicará el relato ganador y durante los próximos días el resto. Enhorabuena a la ganadora y muchas gracias a todos por enviar vuestros relatos.

¡Hasta el año que viene! (Si queréis...).

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